Conocí a Mr.Love. Un hombre infalible, con atractivo,
con gancho, un deseo irrefrenable para las mujeres y gays, incluso bisexuales.
Combinaba las facultades de simpatía, cuerpo, educación, maloso, una sonrisa
mágica, porte, inteligente, alegre, dotado y mucho más.
Donde aparecía, llamaba la
atención. Automáticamente se producía un
acercamiento voluntario o no de las doncellas presentes. Y si lo conocías,
comprendías esos efectos. Como aquel actor que “llena” la pantalla, Mr.Love
llenaba cualquier apetencia o ilusión. Conocía al instante lo que las mujeres
querían. Era talento puro, gracia divina.
Entre los hombres,
podríamos clasificar el potencial atractivo comparativo. Como la escala de
Richter, pero considerando el 10 a Mr.Love.
Un hombre agraciado pero
de simpatía relativa seria un 7. Un simpático pero de físico normal llegaría a
5. Pero el máximo seria Mr.Love. Así era!
El único inconveniente
aparente era la reacción de los hombres ante esa amenaza del disimulado
depredador.
Un grupo de “afectados”
decidió acabar con aquella “anomalía” inaceptable.
Lo esperaron en un local
donde solía acudir un par de veces por semana. Cinco machotes con el honor
mancillado lo esperaban en dos autos fuera del citado local.
Al salir Mr.Love con una
morenaza de ojos verdes agarrada a su cintura y con todo su amor para él, le
agarraron y le cubrieron la cabeza con la desesperada mirada de la chica.
A ella la dejaron mientras
a él lo montaron en uno de los autos. El desenlace prometía ser cruel.
A la mañana siguiente
Mr.Love acudió con normalidad al trabajo. Sus secuestradores no, no con
normalidad. Les gustó la sodomía y ahora veían a Mr.Love con otros ojos y a sus
parejas con cierta inapetencia.
¡Nuestro hombre hizo honor
a su apodo ¡
JP
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