martes, 19 de agosto de 2014

ALEGNA – SSS (Salou, Sol y Sauna) – castellano de castilla

ALEGNA – SSS (Salou, Sol y Sauna) – castellano de castilla
9-8-2014  Salou

Estaba decidida a disfrutar de un verano relajante. Lo necesitaba y lo merecía. Durante el año ya había sobrepasado el cupo de sustos y disgustos.

Hacía un par de semanas que sufrí aquel golpe de calor en Barcelona. Parecía una premonición las pocas ganas que tenía de ir, pero pesó más el deber que la devoción.
Debo mejorar en ese aspecto y ser más egoísta. El bien más preciado es el tiempo (y cada día que pasa lo es más) y el mejor regalo, una vida para disfrutarlo.
No me quiero calentar la cabeza en el aspecto filosófico de la vida, sino más bien en poder disfrutarla al máximo.
Me han tocado unas circunstancias de las que no me puedo quejar, y ahora estoy en situación de vivir. En su más puro significado.
Bien. Tengo una edad y una situación que me permite una cierta comodidad. Una viudedad que me ha hecho fuerte. Unos hijos que ya pueden defenderse por sí solos, aunque mi condición de madre supera cualquier otra vocación.
Os podría contar como para una película de Almodóvar en cuestión de hijos, padre y marido. Pero me vais a permitir sólo hacerlo cuando venga al caso.
Fui educada en la pureza de corazón en una familia tradicional. En la etapa del matrimonio ya aprobé el “master” de las realidades. Creo que con nota.
Políticamente he seguido designios familiares, y creo profundamente en un país que necesita mano dura para evitar este montón de mangantes y una estructura uniforme que evite el desmadre actual.
En cambio, me da la impresión que hay un aspecto en mi vida que me falta desarrollar o que no acabo de encontrar mi lugar. Mi vida social. Las nuevas amistades, los amigos y en especial las relaciones íntimas.
Debo mantener una cierta imagen en mi ciudad, y también me pesa un cierto pudor para cruzar algunas líneas. Incluso me afecta lo que piensen mis hijos y conocidos.
Si tomo nota de lo que dicen mis hijos, que no profesan mis inquietudes sexuales, debería  “actualizarme”. Por lo de mis relaciones “mañas”, podría evitar los comentarios aprovechando el tiempo cuando estoy en otros lugares, que no es poco.
Ahora estaba inmersa en una experiencia nueva que me apetece contar, más por lo de “compartir” que lo de “confesar”.
Cada año intento darme algunos placeres, como ir de crucero, comer bien, disfrutar de mis amistades y leer.
Hace años que he profesado lo de los cruceros. Las islas griegas, el Mediterráneo, los Fiordos Noruegos. . .
Voy siempre acompañada de alguna amiga. Así me siento acompañada y podemos hablar y compartir. Pero a pesar de “estar” en propensos lugares para relaciones más “intensas”, la vergüenza me puede.
No niego alguna tentación, incluso alguna emoción con algún apuesto caballero, pero parece que mi destino va por otro lado.
Por gente rara, aprovechada, in aprovechable o simplemente que no me gustaban suficientemente.
Un día de julio, pasando un fin de semana en el apartamento de la playa, me ocurrió lo inesperado.
Tengo un vecino playero que me preparó un arroz fenomenal. Me trata muy bien y sé que le gusto. Además tiene nombre casi aristocrático, que no voy a confesar.
Me parece buena persona y le sigo a veces la corriente, pero no me apetece,  de momento, dejarme llevar. Prefiero mi independencia, que no es poco.
Salí más tarde, cuando bajaba el sol, a dar una caminadita. Me dirigí al paseo marítimo dirección Cambrils.  Tengo muy cerca el inicio de su término municipal. El pueblo está a unos 5 ó 6 kilómetros.
En verano, en la zona donde acaba el término mun.de Salou y empieza el de Cambrils, se reúnen un grupo muy numeroso de subsaharianos. Parecen todos de la misma zona y etnia, por idioma y básicamente por el físico.
Son altos, oscuros y con caras agradables; eso a pesar de ser, eso, oscuros.
 
La policía municipal se mantiene, cómicamente, vigilante hasta las 21:00 horas. En ese instante, desaparecen por finalizar su jornada laboral, supongo. Toda la gente de la zona sabe eso, y se produce un apresurado despliegue de manteros que buscan las mejores ubicaciones.
Los manteros se sitúan a los lados del carril bici, de color rojo, ocupando prácticamente la acera, obligando a circular por el centro del carril bici.
Los deportistas, que en verano son muchos, en bicicleta, corriendo (Ahora se llama running. Tiene cojones. . .), con patines y otras variedades, ya saben que deberán parar al pasar por la zona de “los negros”.
Allí se vende ropa deportiva (de marca, pero barata), calzoncillos Kelvin Klein ( con bolsa ), relojes de las mejores marcas, zapatillas Adidas, gorras Obey (he descubierto este año que esta marca, junto con la MK, existe), esculturas de madera africanas (quizá lo único de verdad auténtico. Porqué si están hechas en  China es para cortársela. . .), colgantes, pareos, altavoces, bolsos de las mejores marcas y cubiertas para móviles. Si queréis saber qué más hay, ya sabéis donde está.
Paseando por allí, casi al acabar los “tenderetes”, había un joven, de unos treinta y pico, sentado y apoyado en la pared. Allí ya no había tanta concentración de turistas. Yo quería regalar a Marisa alguna cosa, ya que vendría el próximo fin de semana con uno de mis hijos (esa es ya también otra historia).
El muchacho me sonrió cuando me acerqué, aunque adiviné un aire de circunstancia. Son gente orgullosa y amable.
Me preguntó si necesitaba algo. Que tenía pañuelos, brazaletes, collares y figuras. Le comenté que buscaba un colgante para una amiga. Me señaló el lugar donde los tenía, aunque ya los había visto. De  verdad que eran bien bonitos. Al lado había unos brazaletes de hueso maravillosos. Yo compré un colgante que entraba en el presupuesto. Le gustaría a Marisa. Yo me compré un brazalete (fuera de presupuesto. . .)
Le pregunté al chico si se encontraba bien. Su cara señalaba alguna indisposición. Aunque yo no acostumbro a conversar con ese tipo de gente.
El chico me dijo que no era nada. Que había tenido un mareo insignificante, y que por ello estaba acostado contra la pared. Pero que se le pasaba al poco.

-¿Has ido al médico?

-No. No necesario. Es nada. Debo trabajar.

-Deberías ir al médico que te dé un vistazo.

-Gracias señora.

Denoté que no se movería de allí. Yo ya hice lo que creía tenía que hacer.
En fin, compré un colgante elegantísimo. Divino de la muerte.

Me apetecía estar con Marisa. Ella siempre tan, tan, amiga . . .
Le quería dar una sorpresa. Había reservado, además, una sesión Completa de masaje en un nuevo Spa, que abrió hace poco, pasada la calle Zaragoza.
Era un poco caro pero me apetecía.  Unos amigos  me comentaron que habían puesto ese spa para las rusas adineradas y aburridas, que tenían mucho tiempo disponible, mientras sus maridos se reunían para sus dudosos negocios y sus juergas inconfesables (mucho suponer. . .).
Hay un hotel de muy alto nivel en Cap Salou pensado para “rusos caprichosos”.
Se me pasó por la cabeza, pero no le di más importancia, porque no había el spa en el hotel, ya que debía de tener de todo (¿no?)
 
Llegó Marisa, majica como siempre. Estaba alegre, y me confesó que con muchas ganas de tomar el sol.
Ya estábamos a mitad de Agosto. Raquel y familia marcharon la semana anterior (amigos de playa).
En unos días tendría mis dos hijos en playa. Los echaba de menos.
Por la mañana iríamos a tomar el sol. Nos pondríamos al día,  y por la tarde, relajo en el spa.















Así transcurrió la mañana. Perfecta. Un sol precioso. Un airecillo agradable y el agua limpia y fresca.
 
Fuimos a comer al restaurante Los Mariscos, donde coincidimos con unos vecinos de toldo catalanes. Buena gente, a pesar de ser catalanes.
Me pedí una mariscada y Marisa prefirió pulpitos y gambas.
Después una siestecilla en la playa. Qué bien con esa brisa. . .
 
A las 18:00 subimos al apartamento. Nos duchamos (juntas no) y estábamos listas para que nos cuidaran un poco.
 
Cogimos el bus en la plaza Venus y en 15 minutos ya estábamos en la puerta del spa. Al lado de “La Masia Catalana”.
Aparentaba un lugar “chic”. En la puerta se leía SKY-SPA y los signos rusos seguidos de spa. El color azul-verde de la puerta era agradable.
Empujé el pomo de acero que cruzaba las tres cuartas partes de la puerta. El tubo del pomo era gordote. Quedaba la mano bastante abierta.
En la entrada, una niña rubia guapísima esperaba detrás de una mesa de cristal. Dos sillas invitaban a sentarse delante de ella.
Cruzamos los 10 pasos que había hasta la recepcionista. El aire acondicionado nos reconfortó, dado que, en la calle, el ambiente caluroso y húmedo era casi molesto, a pesar de la hora.
La rubia señorita se dirigió a nosotras en castellano y con acento extranjero, seguramente ruso.
 
-Buenas tardes señoras!. Han reservado?
 
-Si señorita. Hace 3 días. A nombre de Alegna Aas. Pedí 2 “completos.

El folleto de publicidad que tenía indicaba varios tipos de servicio. Me decidí por el más caro (porque yo lo valgo), aunque so sabía en qué consistía. Me quería dejar llevar. En el folleto ponía 4 horas, con disponibilidad de todos los servicios.
 
La chica, muy amable, nos explicó lo que había en el spa y nos propuso una “ruta” para ocupar las 4 horas. Nos cobró de paso 150 € por cabeza.
 
Entrada en el jacuzzi, habitación 6. Varias piscinas a probar. Se podía estar sólo, acompañado, o incluso, en el jacuzzi más grande, compartir con otros clientes.
 
Segunda etapa: tratamiento con chorros a presión.
 
Tercera etapa: tratamiento con vino o chocolate y romero. Seguido con piedras magnéticas.
 
Tratamiento de cutis facial de penúltimo.
 
Masaje para acabar.

En ese punto, la chica rubia nos pidió que miráramos los books de fotos con las-los masajistas disponibles. Debíamos escoger uno para la sesión final de masaje.
Había 4 chicas y 6 chicos. Yo me pediría alguno de esos adonis, pero que hablaran español. Algunos de esos chicos eran demasiado rubios (a mi me gustan morenos), pero todos guapos.
La chica del mostrador me dijo que todos los empleados hablaban español.
Me sorprendió, de todas formas, que en las fotos, las-los masajistas estuvieran en bikini y bañador.
Dos de los muchachos y una de las chicas estaban “trabajando” en esos momentos. Nos aconsejó pedir alguno de los otros. . .
 
Yo señalé un chico de unos 37-40 años con pelo claro y bronceado. Musculoso. Mira, me daba buena pinta. Y puesta a escoger. . .
Marisa se pidió un moreno de pelo ( en la foto ponía Mikel) con unos ojos azules tipo Paul Newman. Más jovencito que el mío.
 
El “tour” era maravilloso. Las instalaciones cumplían todas mis expectativas.
En el jacuzzi, Marisa y yo nos mirábamos. Comentamos sobre los chicos del masaje y  bromeamos sobre eso. Que si yo le haría un favor y después nos los cambiaríamos, etc. Nos reímos.
 
Luego, en los chorros de agua recuperamos el ánimo, después del relajante jacuzzi.
 
Aquello parecían atracciones tipo Port Aventura, pero sin hacer cola.
 
Probamos lo del vino y el chocolate sobre nuestras pieles (no sean mal pensados). Yo probé el vino y Marisa se decidió por el chocolate. Después, para que dejáramos de reír, nos pusieron las piedras encima (es broma). Las empleadas se reían con nosotras. Calientes y magnéticas (las piedras) se supone.
 
Ya estábamos cansadas de tanto relajo. Y llevábamos ya más de 2 horas y media. De hecho, perdí la noción del tiempo.
Las chicas “de las piedras” nos acompañaron a las salas de masaje (cabinas con aires acondicionados e individuales).
Me coloqué en una camilla. La chica me puso una toalla cubriéndome hasta el cuello desde las rodillas.
Me advirtió que en unos instantes vendría el masajista y se fue dando las gracias y deseándome una estancia feliz y placentera en el spa.
 
Simpática la moza.
 
El mozo llamó a la puerta, pero entro sin esperar la respuesta.
-Buenas tardes. Soy Pablo. Soy su masajista. Es la primera vez que nos visita?
-(El chico llevaba pantalones cortos y una camiseta ajustada, con el logo del spa). Pues sí. Es la primera vez.
 
-He visto que hace el programa completo. ¿Cómo desea el masaje ?
 
-No sé. ¿Qué opciones hay? No sé cómo funciona esto.
 
-Perdón señorita. Me refiero si desea el masaje de cuerpo entero y con final feliz.
 
-(¿Qué me contaba ese mozo?. Que empezara ya, que esas manos tenían mucho trabajo pendiente). Sí, sí, de cuerpo entero y con el final que tu quieras, corazón (por pedir. . .)
 
El rubio mozo me indicó que me pusiera boca abajo. En la camilla, puse la cara en el agujero para ese menester.
Con el cuerpo ya mirando hacia abajo, y la cara mirando a una pantalla situada a dos palmos de mis ojos, oí como el esbelto mozuelo (más bajito de lo que aparentaba en la foto, pero más guapo) tocaba algún botón y la pantalla se iluminó, mostrando una vista de la habitación. En primer plano a Pablo y yo misma boca abajo.
 
Vaya, que además de recibir el masaje, lo vería y lo notaría a la vez.
Original y divertido, la verdad.
 
Mister Pablo empezó su labor bajando la toalla que me cubría casi toda yo y la bajó hasta la cintura, en un pliegue simple. Con suavidad.
Por la pantalla también vi como se preparaba para ponerme aceite en la espalda, pero primero lo calentó en una especie de freidora. Raro.
Cogió el tarro, puso el dedo para comprobar la temperatura y empezó a repartir por la espalda.
 
En esa habitación, temperatura perfecta, la suave y cálida sensación de ese aceite en esas manos. . .
 
Pablo puso sus manazas sobre el aceite y mi espalda. Repartió delicadamente el fluido. Y empezó su masaje. Fuerte y agradable. En la raya del placer y el dolor. Siguió por los brazos y después las piernas.
Era curioso verte por una pantallita. Aunque ya me apetecía más cerrar los ojos.
Noté sus manos en mi cuello y me susurró si quería ya el final feliz.
 
Era lo que estaba pensando?. Abrí los ojos y ví que el muchacho estaba dándome masaje en la espalda en pelotas.
Debía reaccionar rápido y decidirme. Su mano estaba en mis glúteos y la otra dirigiéndose lentamente a mi entrepierna.
 
Cuando esa mano llegó a zona peligrosa, ya no necesitaba respuesta, ya que estaba tan mojada que casi gritaba por sí sola con voz de socorro. Me dijo para ir a una habitación. Me levanté para seguir. También aproveché para preguntar por “uasap” a Marisa como le iba.
Tardó un poco en contestar. Y leí:
 
-“ya creo en cielo”
-“gracias amiga, gracias, bis”
-“te quiero”
-“la próxima pago yo”
-“hasta ahora”.

Quedaba una hora para acabar la sesión. Me dejaría llevar . . .
Un día de estos os lo cuento.

Que me quiten lo bailao.


Vale más “maña” que fuerza.


La Maña.

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