ALEGNA – SSS (Salou, Sol y Sauna) – castellano de castilla
9-8-2014
Salou
Estaba decidida a disfrutar de un verano relajante. Lo necesitaba y lo
merecía. Durante el año ya había sobrepasado el cupo de sustos y disgustos.
Hacía un par de semanas que sufrí aquel golpe de calor en Barcelona.
Parecía una premonición las pocas ganas que tenía de ir, pero pesó más el deber
que la devoción.
Debo mejorar en ese aspecto y ser más egoísta. El bien más preciado es el
tiempo (y cada día que pasa lo es más) y el mejor regalo, una vida para
disfrutarlo.
No me quiero calentar la cabeza en el aspecto filosófico de la vida, sino
más bien en poder disfrutarla al máximo.
Me han tocado unas circunstancias de las que no me puedo quejar, y ahora
estoy en situación de vivir. En su más puro significado.
Bien. Tengo una edad y una situación que me permite una cierta comodidad.
Una viudedad que me ha hecho fuerte. Unos hijos que ya pueden defenderse por sí
solos, aunque mi condición de madre supera cualquier otra vocación.
Os podría contar como para una película de Almodóvar en cuestión de hijos,
padre y marido. Pero me vais a permitir sólo hacerlo cuando venga al caso.
Fui educada en la pureza de corazón en una familia tradicional. En la etapa
del matrimonio ya aprobé el “master” de las realidades. Creo que con nota.
Políticamente he seguido designios familiares, y creo profundamente en un
país que necesita mano dura para evitar este montón de mangantes y una
estructura uniforme que evite el desmadre actual.
En cambio, me da la impresión que hay un aspecto en mi vida que me falta
desarrollar o que no acabo de encontrar mi lugar. Mi vida social. Las nuevas
amistades, los amigos y en especial las relaciones íntimas.
Debo mantener una cierta imagen en mi ciudad, y también me pesa un cierto
pudor para cruzar algunas líneas. Incluso me afecta lo que piensen mis hijos y
conocidos.
Si tomo nota de lo que dicen mis hijos, que no profesan mis inquietudes
sexuales, debería “actualizarme”. Por lo
de mis relaciones “mañas”, podría evitar los comentarios aprovechando el tiempo
cuando estoy en otros lugares, que no es poco.
Ahora estaba inmersa en una experiencia nueva que me apetece contar, más
por lo de “compartir” que lo de “confesar”.
Cada año intento darme algunos placeres, como ir de crucero, comer bien,
disfrutar de mis amistades y leer.
Hace años que he profesado lo de los cruceros. Las islas griegas, el Mediterráneo,
los Fiordos Noruegos. . .
Voy siempre acompañada de alguna amiga. Así me siento acompañada y podemos
hablar y compartir. Pero a pesar de “estar” en propensos lugares para
relaciones más “intensas”, la vergüenza me puede.
No niego alguna tentación, incluso alguna emoción con algún apuesto
caballero, pero parece que mi destino va por otro lado.
Por gente rara, aprovechada, in aprovechable o simplemente que no me
gustaban suficientemente.
Un día de julio, pasando un fin de semana en el apartamento de la playa, me
ocurrió lo inesperado.
Tengo un vecino playero que me preparó un arroz fenomenal. Me trata muy
bien y sé que le gusto. Además tiene nombre casi aristocrático, que no voy a
confesar.
Me parece buena persona y le sigo a veces la corriente, pero no me
apetece, de momento, dejarme llevar.
Prefiero mi independencia, que no es poco.
Salí más tarde, cuando bajaba el sol, a dar una caminadita. Me dirigí al
paseo marítimo dirección Cambrils. Tengo
muy cerca el inicio de su término municipal. El pueblo está a unos 5 ó 6
kilómetros.
En verano, en la zona donde acaba el término mun.de Salou y empieza el de
Cambrils, se reúnen un grupo muy numeroso de subsaharianos. Parecen todos de la
misma zona y etnia, por idioma y básicamente por el físico.
Son altos, oscuros y con caras agradables; eso a pesar de ser, eso,
oscuros.
La policía municipal se mantiene, cómicamente, vigilante hasta las 21:00
horas. En ese instante, desaparecen por finalizar su jornada laboral, supongo.
Toda la gente de la zona sabe eso, y se produce un apresurado despliegue de
manteros que buscan las mejores ubicaciones.
Los manteros se sitúan a los lados del carril bici, de color rojo, ocupando
prácticamente la acera, obligando a circular por el centro del carril bici.
Los deportistas, que en verano son muchos, en bicicleta, corriendo (Ahora
se llama running. Tiene cojones. . .), con patines y otras variedades, ya saben
que deberán parar al pasar por la zona de “los negros”.
Allí se vende ropa deportiva (de marca, pero barata), calzoncillos Kelvin
Klein ( con bolsa ), relojes de las mejores marcas, zapatillas Adidas, gorras
Obey (he descubierto este año que esta marca, junto con la MK, existe),
esculturas de madera africanas (quizá lo único de verdad auténtico. Porqué si
están hechas en China es para cortársela.
. .), colgantes, pareos, altavoces, bolsos de las mejores marcas y cubiertas
para móviles. Si queréis saber qué más hay, ya sabéis donde está.
Paseando por allí, casi al acabar los “tenderetes”, había un joven, de unos
treinta y pico, sentado y apoyado en la pared. Allí ya no había tanta concentración
de turistas. Yo quería regalar a Marisa alguna cosa, ya que vendría el próximo
fin de semana con uno de mis hijos (esa es ya también otra historia).
El muchacho me sonrió cuando me acerqué, aunque adiviné un aire de
circunstancia. Son gente orgullosa y amable.
Me preguntó si necesitaba algo. Que tenía pañuelos, brazaletes, collares y
figuras. Le comenté que buscaba un colgante para una amiga. Me señaló el lugar
donde los tenía, aunque ya los había visto. De
verdad que eran bien bonitos. Al lado había unos brazaletes de hueso
maravillosos. Yo compré un colgante que entraba en el presupuesto. Le gustaría
a Marisa. Yo me compré un brazalete (fuera de presupuesto. . .)
Le pregunté al chico si se encontraba bien. Su cara señalaba alguna
indisposición. Aunque yo no acostumbro a conversar con ese tipo de gente.
El chico me dijo que no era nada. Que había tenido un mareo insignificante,
y que por ello estaba acostado contra la pared. Pero que se le pasaba al poco.
-¿Has ido al médico?
-No. No necesario. Es nada. Debo trabajar.
-Deberías ir al médico que te dé un vistazo.
-Gracias señora.
Denoté que no se movería de allí. Yo ya hice lo que creía tenía que hacer.
En fin, compré un colgante elegantísimo. Divino de la muerte.
Me apetecía estar con Marisa. Ella siempre tan, tan, amiga . . .
Le quería dar una sorpresa. Había reservado, además, una sesión Completa de
masaje en un nuevo Spa, que abrió hace poco, pasada la calle Zaragoza.
Era un poco caro pero me apetecía. Unos amigos
me comentaron que habían puesto ese spa para las rusas adineradas y
aburridas, que tenían mucho tiempo disponible, mientras sus maridos se reunían
para sus dudosos negocios y sus juergas inconfesables (mucho suponer. . .).
Hay un hotel de muy alto nivel en Cap Salou pensado para “rusos
caprichosos”.
Se me pasó por la cabeza, pero no le di más importancia, porque no había el
spa en el hotel, ya que debía de tener de todo (¿no?)
Llegó Marisa, majica como siempre. Estaba alegre, y me confesó que con
muchas ganas de tomar el sol.
Ya estábamos a mitad de Agosto. Raquel y familia marcharon la semana
anterior (amigos de playa).
En unos días tendría mis dos hijos en playa. Los echaba de menos.
Por la mañana iríamos a tomar el sol. Nos pondríamos al día, y por la tarde, relajo en el spa.
Así transcurrió la mañana. Perfecta. Un sol precioso. Un airecillo
agradable y el agua limpia y fresca.
Fuimos a comer al restaurante Los Mariscos, donde coincidimos con unos
vecinos de toldo catalanes. Buena gente, a pesar de ser catalanes.
Me pedí una mariscada y Marisa prefirió pulpitos y gambas.
Después una siestecilla en la playa. Qué bien con esa brisa. . .
A las 18:00 subimos al apartamento. Nos duchamos (juntas no) y estábamos
listas para que nos cuidaran un poco.
Cogimos el bus en la plaza Venus y en 15 minutos ya estábamos en la puerta
del spa. Al lado de “La Masia Catalana”.
Aparentaba un lugar “chic”. En la puerta se leía SKY-SPA y los signos rusos
seguidos de spa. El color azul-verde de la puerta era agradable.
Empujé el pomo de acero que cruzaba las tres cuartas partes de la puerta.
El tubo del pomo era gordote. Quedaba la mano bastante abierta.
En la entrada, una niña rubia guapísima esperaba detrás de una mesa de
cristal. Dos sillas invitaban a sentarse delante de ella.
Cruzamos los 10 pasos que había hasta la recepcionista. El aire acondicionado
nos reconfortó, dado que, en la calle, el ambiente caluroso y húmedo era casi
molesto, a pesar de la hora.
La rubia señorita se dirigió a nosotras en castellano y con acento
extranjero, seguramente ruso.
-Buenas tardes señoras!. Han reservado?
-Si señorita. Hace 3 días. A nombre de Alegna Aas.
Pedí 2 “completos.
El folleto de publicidad que tenía indicaba varios tipos de servicio. Me
decidí por el más caro (porque yo lo valgo), aunque so sabía en qué consistía.
Me quería dejar llevar. En el folleto ponía 4 horas, con disponibilidad de todos
los servicios.
La chica, muy amable, nos explicó lo que había en el spa y nos propuso una “ruta”
para ocupar las 4 horas. Nos cobró de paso 150 € por cabeza.
Entrada en el jacuzzi, habitación 6. Varias piscinas a probar. Se podía
estar sólo, acompañado, o incluso, en el jacuzzi más grande, compartir con
otros clientes.
Segunda etapa: tratamiento con chorros a presión.
Tercera etapa: tratamiento con vino o chocolate y romero. Seguido con
piedras magnéticas.
Tratamiento de cutis facial de penúltimo.
Masaje para acabar.
En ese punto, la chica rubia nos pidió que miráramos los books de fotos con las-los masajistas disponibles. Debíamos escoger uno para la sesión final de masaje.
En ese punto, la chica rubia nos pidió que miráramos los books de fotos con las-los masajistas disponibles. Debíamos escoger uno para la sesión final de masaje.
Había 4 chicas y 6 chicos. Yo me pediría alguno de esos adonis, pero que
hablaran español. Algunos de esos chicos eran demasiado rubios (a mi me gustan
morenos), pero todos guapos.
La chica del mostrador me dijo que todos los empleados hablaban español.
Me sorprendió, de todas formas, que en las fotos, las-los masajistas
estuvieran en bikini y bañador.
Dos de los muchachos y una de las chicas estaban “trabajando” en esos
momentos. Nos aconsejó pedir alguno de los otros. . .
Yo señalé un chico de unos 37-40 años con pelo claro y bronceado. Musculoso.
Mira, me daba buena pinta. Y puesta a escoger. . .
Marisa se pidió un moreno de pelo ( en la foto ponía Mikel) con unos ojos
azules tipo Paul Newman. Más jovencito que el mío.
El “tour” era maravilloso. Las instalaciones cumplían todas mis
expectativas.
En el jacuzzi, Marisa y yo nos mirábamos. Comentamos sobre los chicos del
masaje y bromeamos sobre eso. Que si yo
le haría un favor y después nos los cambiaríamos, etc. Nos reímos.
Luego, en los chorros de agua recuperamos el ánimo, después del relajante jacuzzi.
Aquello parecían atracciones tipo Port Aventura, pero sin hacer cola.
Probamos lo del vino y el chocolate sobre nuestras pieles (no sean mal
pensados). Yo probé el vino y Marisa se decidió por el chocolate. Después, para
que dejáramos de reír, nos pusieron las piedras encima (es broma). Las
empleadas se reían con nosotras. Calientes y magnéticas (las piedras) se
supone.
Ya estábamos cansadas de tanto relajo. Y llevábamos ya más de 2 horas y
media. De hecho, perdí la noción del tiempo.
Las chicas “de las piedras” nos acompañaron a las salas de masaje (cabinas
con aires acondicionados e individuales).
Me coloqué en una camilla. La chica me puso una toalla cubriéndome hasta el
cuello desde las rodillas.
Me advirtió que en unos instantes vendría el masajista y se fue dando las
gracias y deseándome una estancia feliz y placentera en el spa.
Simpática la moza.
El mozo llamó a la puerta, pero entro sin esperar la respuesta.
-Buenas tardes. Soy Pablo. Soy su masajista. Es la primera vez que nos
visita?
-(El chico llevaba pantalones cortos y una camiseta ajustada, con el logo
del spa). Pues sí. Es la primera vez.
-He visto que hace el programa completo. ¿Cómo desea el masaje ?
-No sé. ¿Qué opciones hay? No sé cómo funciona esto.
-Perdón señorita. Me refiero si desea el masaje de cuerpo entero y con
final feliz.
-(¿Qué me contaba ese mozo?. Que empezara ya, que esas manos tenían mucho
trabajo pendiente). Sí, sí, de cuerpo entero y con el final que tu quieras,
corazón (por pedir. . .)
El rubio mozo me indicó que me pusiera boca abajo. En la camilla, puse la
cara en el agujero para ese menester.
Con el cuerpo ya mirando hacia abajo, y la cara mirando a una pantalla
situada a dos palmos de mis ojos, oí como el esbelto mozuelo (más bajito de lo
que aparentaba en la foto, pero más guapo) tocaba algún botón y la pantalla se
iluminó, mostrando una vista de la habitación. En primer plano a Pablo y yo
misma boca abajo.
Vaya, que además de recibir el masaje, lo vería y lo notaría a la vez.
Original y divertido, la verdad.
Mister Pablo empezó su labor bajando la toalla que me cubría casi toda yo y
la bajó hasta la cintura, en un pliegue simple. Con suavidad.
Por la pantalla también vi como se preparaba para ponerme aceite en la
espalda, pero primero lo calentó en una especie de freidora. Raro.
Cogió el tarro, puso el dedo para comprobar la temperatura y empezó a
repartir por la espalda.
En esa habitación, temperatura perfecta, la suave y cálida sensación de ese
aceite en esas manos. . .
Pablo puso sus manazas sobre el aceite y mi espalda. Repartió delicadamente
el fluido. Y empezó su masaje. Fuerte y agradable. En la raya del placer y el
dolor. Siguió por los brazos y después las piernas.
Era curioso verte por una pantallita. Aunque ya me apetecía más cerrar los
ojos.
Noté sus manos en mi cuello y me susurró si quería ya el final feliz.
Era lo que estaba pensando?. Abrí los ojos y ví que el muchacho estaba
dándome masaje en la espalda en pelotas.
Debía reaccionar rápido y decidirme. Su mano estaba en mis glúteos y la
otra dirigiéndose lentamente a mi entrepierna.
Cuando esa mano llegó a zona peligrosa, ya no necesitaba respuesta, ya que
estaba tan mojada que casi gritaba por sí sola con voz de socorro. Me dijo para
ir a una habitación. Me levanté para seguir. También aproveché para preguntar
por “uasap” a Marisa como le iba.
Tardó un poco en contestar. Y leí:
-“ya creo en cielo”
-“gracias amiga, gracias, bis”
-“te quiero”
-“la próxima pago yo”
-“hasta ahora”.
Quedaba una hora para acabar la sesión. Me dejaría llevar . . .
Un día de estos os lo cuento.
Que me quiten lo bailao.
Vale más “maña” que fuerza.
La Maña.
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