Verano del 92 y faltaba poco para
llegar a los 30 ver anos. Volvíamos de Cuba y hacíamos escala en Madrid.
Relajados (no piensen mal) y
descansados, de tanto rezar, meditar y hacer fotografías del paisaje. Ya
queríamos retomar la vida habitual… je
Como debía ser, estábamos
cansados del viaje de vuelta, de estar como berberechos en lata, de apretujados
en el vuelo, y era incómoda la parada en Madrid para coger otro vuelo a
Barcelona. Aún con la resaca emocional de las vacaciones y la vuelta a casa,
comentábamos los sucesos del viaje, las risas, los problemas (que los hubo y
graves) y las aventuras.
En el tumulto de los viajeros
dirigiéndose a sus embarques, apareció una visión inesperada, una luz entre las
sombras, una estrella.
Una morena que necesitaba ayuda orientativa. Y
ahí estábamos para corresponder ante los designios divinos. Para que digan que
no existe la providencia!
Evidentemente la informamos de
todo lo que pudimos, e incluso estuvimos manteniendo una conversación muy amena.
Y nos cruzamos nombres y dirección. La chica visitaría a unos familiares en
Salou, y quizá nosotros la visitáramos a ella.
Y así fue. Y aunque podría ser un avance de lo
que vendría, me parece que corresponde a otra historia. Más propia de sentimientos,
frustración y aspectos más personales y que dan más vergüenza. Seguramente os
gustaría saber…. pero no.
Ese fue el germen para que, dos
años después, en 1.993 organizáramos unas vacaciones a Puerto Rico.
Seguramente este escrito podría
reflejar los deseos, anhelos y expectativas correspondientes a ese momento,
edad y situación. Sí os puedo contar que lo que quedó pendiente, por falta de
tiempo o por otras causas, sería verbalmente más extenso que lo que ocurrió en
realidad. Y una parte, que ocurrió de verdad, por diversas razones no salen en
este relato. Y no sean excesivamente mal pensados.
El relato no corresponde en orden
al real, ya que corresponde a 21 o 22 años atrás, y no tenía apuntes.
He olvidado cosas, y alguna debe
haberse mezclado en mis recuerdos, o sea, no corresponde al 100 % a la
realidad.
Como sería aquella islita, medio
gringa, medio latina, medio rica.
No hicimos una investigación
previa, simplemente nos preocupamos del avión. Una vez allí, se trataba de
llegar a la punta noroeste de la isla, donde nuestro contacto nos podría
situar.
Llegamos a San Juan, alquilamos
un coche, primera vez que conduje un “automático” y nos dirigimos a Aguadilla,
zona de “salida” y residencia de nuestra amiga, y de la de su novio…
Llegamos a casa de nuestra amiga
y conocimos su familia. Que fantástica y amable gente. Tuvieron la generosidad,
además, de dejarnos una casita cerca de una playa maravillosa, donde se
acercaban coches hasta la arena, con sus neveras y sus equipos de música, como
en las películas “surferas”.
Nuestra amiga y su grupo, venían
a la playa en cuanto podían, después del trabajo, y empezaba la “otra” parte
del día.
Nosotros éramos muy buenos
chicos, con un nivel de decencia casi inmaculado, inofensivos. O sea, que nos
decían que no muy a menudo.
Nuestras nuevas amistades fueron encantadoras,
nunca olvidaremos. También decir que no tuvimos muy claras las “relaciones” amistoso-sentimentales
entre los dos grupos. Cosas de la vida… Y no sé cuál fue la idea que les quedó
de nosotros.
Durante esas dos o tres semanas
que volteamos por la isla, conocimos a mucha gente, muy buena gente. De New
York, de South Caroline, los componentes de un grupo musical, y muchos más.
Quizá, la persona que congenió más con los Tropis, por razón de roce-contacto,
fue Carlos (Charly), a quien hemos perdido la pista.
(Señorita culpable de esas
vacaciones. Tienes el contacto de Carlos?)
Carlos era la pareja de nuestro
contacto en la isla, y nos acompaño a todas partes. Un fenómeno.
En Aguadilla planeamos lo que
íbamos a visitar. A parte, lo que pudimos ver aprovechando cuando nos
acompañaban.
La primera sorpresa del país fue
que es de conducta americana pero con alma latina. No es ni una cosa ni otra.
También que el país está dividido entre pro americanos, partidarios de “tener”
una estrella en la bandera y los que apuestan por la independencia total de los
Estados Unidos de América del norte.
Aguadilla nos permitió una suave
adaptación a aquella pequeña isla. Y también sirvió para un aprendizaje que me
ha durado hasta ahora y que cuento de vez en cuando.
Cuando nos citábamos con el grupo
de nuestro contacto, no llegaban nunca puntuales. A veces una y dos horas más
tarde. Después de comentarlo varias veces, supimos que se debía a una conducta
aprendida. Se dormían 8 horas, fuera la situación que fuera. Aunque seguramente
hubiéramos entendido el concepto y hubiéramos podido dormir un poco más.
Queríamos visitar Arecibo, San
Juan, Ponce, el parque natural de El Yunque …
Improvisando también estuvimos en
Hatillo, y un lugar, que no recuerdo el nombre, en el interior y de paso por la
ruta por carretera que hacíamos, donde paramos a tomar helado, y donde podías
escoger una cantidad ingente de sabores. Ideas de Carlos.
También en la
Parguera, en el suroeste de la isla. Por cierto con las indicaciones en
carretera estilo americano, numero de carretera con “este, oeste, etc.).
Difícil para la mentalidad europea, de indicación simple de lugares donde
acceder con esa dirección.
Y partimos dirección San Juan,
pasando por Arecibo. Allí
encontramos el espectacular observatorio astronómico instalado por los vecinos
del norte para contactar con extraterrestres o alguna cosa parecida. Una
maravilla de la ingeniería aprovechando el valle entre montes. I un paisaje
privilegiado.
Con el tiempo he visto las
imágenes del observatorio en varias películas, 007, etc. Un marco fascinante.
Ya poco me cuesta echar el pepino a volar como para que le den de comer con
cosas como lo que estábamos viendo.
Y San Juan ya estaba cerca. No
éramos apasionados visitadores de las grandes ciudades, quizá apostábamos más
por naturaleza, pero a mí me pirraba la arqueología (me dura aún ese vicio), y
la visita al viejo San Juan me permitía imaginarme como pirata atacante de la
ciudad fortificada. Todo sirviera para la derrota de los invasores.
Las murallas de la ciudad son una
visita obligada, y también un paseo por las calles próximas en la ciudad
antigua.
Más adelante, ya al final del
viaje, volveríamos a San Juan un par de veces. Una desde Ponce. Recuerdo
especialmente dos cosas: Ir de noche a
un local a tomar una copa en una zona bastante peligrosa, con consejos de
nuestras acompañantes. No mirar a los ojos a nadie, aunque te hablen, caminar
rápido… vaya, inicio para animar…
Después, al llegar delante de una
puerta cerrada, se abrió una pequeña ventanilla para observarnos y dejarnos
pasar. Dentro del lugar, paz y buen ambiente. I a reír.
La otra vez que fuimos a San Juan fue durante las fiestas de la
ciudad, con multitud de gente en las calles y el súper concierto del Gran Combo
de Puerto Rico.
Partimos desde Ponce siguiendo el
coche de Charly. El gran Carlos situaba su coche (íbamos 2 coches) por delante
por la autovía, bastante sinuosa y caótica. Los coches pasaban de un carril a
otro sin aviso previo y la conducción era sorprendente para nosotros, aunque le
veíamos la parte graciosa del asunto. Carlos llevaba además las 4 luces de
avería parpadeando para que le pudiéramos seguir con facilidad. No sé si
aquello estaba permitido, pero nos fué de maravilla.
Puerto Rico fue un road trip, un viaje en coche, en una isla como hecha
a medida para eso. Bien comunicada, podías moverte con facilidad
El Tropicano Lluís nos volvió a
sorprender con una de sus iniciativas. En unos segundos contactó con algunos de
los componentes del grupo del Gran Combo que estaban por la calle, entre gente
que bailaba salsa de forma “profesional” y la multitud.
Nuestro Tropi tiene la simpatía
como parte de su genética, transmite esa buena energía sólo por estar cerca de
él. Los del Gran Combo nos invitaron a estar con ellos y sus familiares y
amigos detrás del Grupo durante la actuación.
La imagen de la gente, delante de
nosotros mirando en la dirección dónde estábamos, era intimidante. Al principio
tenías la sensación que te veían, pero no. Tener al Gran combo en actuación en
directo delante nuestro, una imagen imborrable.
A dormir a Ponce. Visitaríamos un bonito y antiguo “Parque de Bombas”, así
como nos pasamos por un museo donde me sorprendió un dato sobre finales del
siglo XIX. En esa época, la mayoría del comercio era manejado por catalanes.
Curiosidades.
Tocaba visitar el Bosque Nacional El Yunque. Dirección al
nordeste de la isla. Un día caluroso, apropiado para visitar ese hermoso lugar.
Selva tropical lluviosa. Muy bien acondicionado.
Daríamos una vuelta, de acuerdo
con el tiempo del que disponíamos. Un día luminoso, y mientras caminábamos
surgió la brillante propuesta.
No apetecería un baño en esas
aguas de riachuelo tan apetecibles y frescas? Se suponía que no estaba
prohibido…
Pero, como buenos machitos, a
alguien se le ocurrió incrementar la inteligente idea de bañarse “en pelotas”.
No habría “suficientes pelotas” para ello.
Y como no, después de
demostrarnos que sí éramos capaces, se oyeron unas voces, infantiles. Un grupo
escolar se acercaba al charco donde nos bañábamos. Difícil lugar para
esconderse, ya que el camino pasaba exactamente delante del agua.
La carrera para salir del agua,
recoger la ropa y lanzarse camino arriba se mezcló con las risas y la angustia
de que apareciera alguien más. Qué cosas…
Dejaríamos Ponce para volver a
Aguadilla por la zona suroeste, parando en la Parguera, para ver las algas
luminiscentes mar adentro.
Ahí estuvimos con Silvia.
Volvimos a Aguadilla, donde nos aconsejaron
visitar Las fiestas patronales de Hatillo.
El lugar era muy aconsejable.
Agradable, alegre, música, baile. Allí conocimos a un par de norteamericanos de
los que nos hicimos amigos. Se les veía muy simpáticos y risueños. Estaban decididos
a conocer gente, y en especial a unas morenas de pelo rizado y labios rojos que
paseaban por las cercanías.
Las conocieron, y también
vinieron a la barbecue en casa de Estrella, en Aguadilla.
La barbecue :
En casa de Estrella, primer lugar
que conocimos de Puerto Rico, con su grupo, Melissa, Lorenne y Gildren. Estaban
sus padres, familia, amigos…
La energía del lugar era inmensa.
No sólo nos habían paseado por toda la isla, nos aconsejaron, nos llevaron a
Friday’s, a discotecas, a bailar, a playas…
El final de viaje era para
llevarse al infinito y más allá. Y Lluís, además, nos ofreció un baile
inesperado, su particular versión de una sevillana. Grande, que grande. Mis lágrimas
sellaron el momento.
Papas de Estrella, LORENNE, Carlos,
Gildren, Melissa, y los demás amigos, MUCHAS GRACIAS.
Un besote.
(alguien tiene el contacto de los
americanos?)
JP
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