domingo, 26 de febrero de 2017

VIAJE AL ANTIGUO MUNDO - Novela corta

(inicio 10-12-2016 – fin 26-2-2017)

Roxi i Jordi habían planeado el viaje a Perú desde hacía un par de años. Su afición por el alpinismo y las aventuras en la naturaleza los unía, ya que por carácter eran bien distintos.
Roxi nació en Cusco y conocía mil historias que le habían contado sus padres y no dudaba en contarlas y aconsejar a todos sus amigos una visita a su maravilloso país.
Siempre aprovechaba para aconsejar humildad al visitar su tierra, ya que los habitantes, especialmente los indígenas, conservaban un cierto reparo a los españoles.
La ruta contemplaría cuatro zonas bien distintas; primero irían a Cusco, pasarían por Huayllabamba , Pacaymanyu y al Machu Pichu, subiendo por el Camino Inca, después irían a Nazca, seguirían  al lago Titicaca, y Roxi aprovecharía para conocer la maravilla de la ciudad de Tiahuanacu, ya en Bolivia, por sus misteriosas construcciones. Después al norte hasta la selva, donde una leyenda familiar situaba una ciudad perdida, en la zona de Bahuaja Sonene.

Jordi aprovechaba cualquier excusa para decir que él necesitaría hoja de coca para aguantar la altitud, siendo corregido por Roxi con cierto pesar por lo cansino de repetición de la broma; que lo máximo que probaría sería la infusión de mate… siempre diciendo tonterías!
Ya sólo quedaba una semana y los preparativos estaban casi finalizados; documentación, vacunas, material  (una parte lo conseguirían en Cusco), ropa adecuada y sobretodo, Jordi insistía en la brújula. La fantástica brújula que Roxi le regaló por Reyes dos años atrás. Parecía militar y muy reforzada. Una tapa con muelle le protegía el cristal. La podía llevar como si fuera un colgante. Jordi comentaba que por primera vez la necesitarían de verdad, sobre todo si se perdían en la selva.
Roxi lo miraba de reojo, siempre diciendo las mismas tonterías.


-Jordi. Llevaremos guía en Bahuaja Sonene (1).  No te vas a perder, además vas conmigo y ya sabes que ya te salvé de tu perdición hace mucho, aunque no de tu despiste.

(1) Parque nacional de Bahuaja Sonene al norte del lago Titicaca.
-Tú dirás lo que quieras, pero ya verás como la brújula nos salvará, lo he soñado.

-Deja de soñar, o al menos de contarlo, que la gente me dice si no estás bien del todo cuando hablas de tus misterios, ovnis, espíritus, pies grandes, pirámides de extraterrestres y de la Atlántida.

Jordi se quedó mirando a Roxi con su simpática sonrisa. Era su verdadero talismán.
Roxi pensaba que el segundo talismán de Jordi era su trasero.

La noche anterior a la partida de Barcelona organizaron una cena en su casa, llena de objetos de Perú, piedras del Machu Pichu, arena de la playa de Chala (Roxi contó que por allí pasaba la carretera panamericana), tallas de piedra indígenas, incluso pinturas que decoraban más de una habitación.

Cada vez que ella había visitado a su familia y cuando venían sus padres a visitarla a Barcelona traían cosas de su país, del que  estaba muy orgullosa. Especialmente de un amuleto de obsidiana en forma de flecha que había pertenecido a su familia por generaciones y que alimentaba la leyenda de la ciudad perdida de la selva en Bahuaja Sonene. Cada generación había transmitido que un antepasado había vivido en esa zona y trajo consigo la flecha de mineral como prueba de sus habitantes, aunque esa pieza no demostraba nada porque había piezas de obsidiana y otros materiales en muchas partes del Perú.

La cena congregó al Grupo. Los más allegados que también compartían la afición de la montaña y la escalada. Los diez amigos hablaron de la envidia que les producía ese fantástico viaje, de las fotos que deberían tomar y de disfrutar por ellos.

El avión volaba directo hasta Cusco con LATAM desde el aeropuerto del Prat en Barcelona. Habían comprado los billetes 7 meses atrás. Las dos grandes mochilas, la riñonera de Jordi y el bolso de Roxi eran su equipaje cuando realizaban salidas para caminar.
En Cusco, Andrés, el hermano de Roxi, los recogería en el Aeropuerto Internacional Teniente Alejandro Velasco Asete.

En el gran avión Jumbo que les transportaba, que no estaba lleno, les permitió un plus de comodidad y espacio.
Al llevar ya varias horas de vuelo, a punto de entrar en el continente, al sur de las Barbados, avisaron de turbulencias, normales en esa zona. Jordi comentó que al acercarse a la zona del Triángulo de las Bermudas los aparatos electrónicos no funcionaban correctamente, que lo había leído.
Roxi le lanzó su mirada-laser con contención.

-Sólo a tener en cuenta, querido, que estamos a más de dos mil quilómetros de esa zona, sabiondo.

-Sólo era para animar el ambiente… ¡suspicaz!

Y sonrió, como acostumbraba. Parecía que le gustaba  hacer rabiar a Roxi hasta cierto punto, donde evitaba traspasar la raya para evitar males mayores. Roxi era inteligente, guapa, fuerte y lista. Todo a nivel de su carácter. Pero no lo podía evitar.

El avión dio un par de sacudidas más fuertes de lo habitual, después de que las azafatas ordenaran sentarse y ponerse los cinturones, en dos idiomas.

Con la mirada al frente, Jordi empezó una frase..

-Con esas sacudidas seguro que se han perjudicado las a..las..

Y cesó de continuar el comentario, viendo la cara de Roxi, que se había asustado.

-Cariño, cuánto tiempo hablando de este viaje y .. ¡por fin! Lo pasaremos en grande. Y cuando encontremos la ciudad perdida, además, famosos y ricos…  No es na…

-Lo único que vas a encontrar es un puño que te dejará chichón  en el cogote si no cesas de decir tonterías.

-Anímate Roxinita, que estamos de vacaciones, en Perú, 26 dias, con sus días  y con sus noches…

-Guarda tus energías para las piernas, que luego te tiemblan…
Estoy feliz!. Mi hermano Andres nos recogerá, tengo muchísimas ganas de verlo, y a Tinita, su peque.
Hace mucho que no nos vemos.

-Ahora me gusta! ya empiezas estar  positiva.

El mar verde que se divisaba desde las ventanillas mostraba la inconmensurable dimensión de la Amazonia.

El tren de aterrizaje hizo temblar los pies de los pasajeros en la parte central del avión con un ligero zumbido. Ya estaba bajando y le faltaba poco para posar las ruedas sobre la pista hasta que un chirrido y los amortiguadores entraron en acción.
Ya casi saliendo del aeropuerto y habiendo recogido la mochila sin incidentes, el hermano de Roxi movió los brazos pasada la puerta de llegadas.
Ciertamente eran hermanos.
Un abrazo y un encaje de manos para Jordi, ya que no se conocían. Fueron al parking y salieron hacia la casa de los padres.
El ambiente familiar en casa de Roxi, y estar en un país como Perú, conseguía que estuviera de muy buen humor, a parte de las vacaciones y su trabajada ruta. Se encontraba totalmente a gusto, riendo con los padres de Roxi y entablando una conexión imprevista con  Andrés. Roxi lo mirava con cierta y agradable sorpresa.
Jordi no era de los relaciones públicas que hablaba con todos , solamente con cierto tipo de personas se manifestaba abierto y sonriente. Eran los menos. Era un compañero auténtico. Y cuando estaba en la naturaleza parecía fusionarse con ésta.

La primera parte era la de Machu Picchu por el Camino Inca. Cogieron el tren de Cusco hacia Machu Picchu y bajaron en el km 82. Allí con dos guías locales y durante cuatro días recorrieron el conocido camino de piedra pasando por otras ruinas incas, bordeando el cañón del Urubamba, fotografiando cascadas, bosques y las nevadas cimas.
Iban con un grupo de 14 tuiristas más y establecieron amistad con otra pareja de México. Jordi daba gracias al Dios que ya no se usaran maquinas de fotografiar analógicas, con sus carretes. Con su digital-automática tomaría cientos de fotos, con sus selfies correspondientes.
En el recorrido, echaban de menos poder dedicar más tiempo en algunos lugares y hacer otros recorridos de los que estaban informados, pero el tiempo era limitado y debían ceñirse al plan.
La llegada al santuario provocó una emoción vertiginosa a Jordi, como las sensaciones de ver algo casi imposible. Roxi había estado de pequeña con sus padres y estaba familiarizada con ese entorno.
Jordi no salía de su asombro y aprovechaba para contar anécdotas sobre Machu Picchu del libro que había leído. Ya sólo con aquel espectáculo se daba por satisfecho.
Contaron a sus amigos mexicanos sus siguientes rutas por todo el país con emoción. Los escuchantes expresaron su envidia sana.
Regresaron con bus hasta el pueblo y volvieron a coger el tren para Cusco y descansar un día. Esperaba la costa del Pacífico, esperaban las conocidas y fascinante líneas-dibujos de Nazca.

Andrés les llevó de nuevo al aeropuerto. Había 688 quilómetros de distancia entre Cusco y Nazca. Con los días disponibles era mejor moverse con avión aunque inicialmente habían planificado hacer todo el recorrido en coche para conocer mejor los lugares. El tiempo disponible y las rutas planificadas para caminar convertían en imposible las dos cosas.
En una hora llegarían a Nazca.
Se suponía que los dibujos de Nazca eran visibles desde el aire pero pensando en la distancia de un avión o avioneta. No parecía que a nivel de satélite se pudieran detectar, pero era cierto.
Hablaron brevemente de las típicas preguntas de la función de los dibujos y quienes los realizaron. Jordi se abstuvo de las teorías extraterrestres que Roxi desechaba, aunque se le notó la represión.
Recorriendo a pie 20 km desde Nazca, bordeando la carretera Panamericana, se llegaba al llamado Mirador de las líneas de Nazca. Desde allí se podía divisar varios de los dibujos, y mejor con la ayuda de unos prismáticos. El Colibrí, el Mono, la Araña, la Espiral. Las Manos estaban muy cerca del mirador. Y para finalizar, recorriendo un poco de Panamericana hacia el norte, pero muy cerca, había la posibilidad de divisar la Espiral desde muy cerca.
Por Internet Jordi había visto que al sur de la ciudad de Nazca, tocando a la ciudad, también se divisaban líneas extrañas, pero no tan famosas como las que tenían formas más curiosas. Lo dejarían para otro viaje.

Debían coger un bus en Nazca hacia La Paz (Bolivia). Bajarían un poco antes, en Tiahuanacu (unos 1.000 km de recorrido), para visitar la ciudad arqueológica.
Las rutas de autobús no eran lo mejor, pero lo habían decidido así.
En los dos días de recorrido se lamentaron de la pérdida de tiempo, aunque las razones económicas también se habían tenido en cuenta. El viaje permitía conocer el paisaje i hablar de lo hecho y preparar lo siguiente.
Desde Tiahuanacu, al sureste del lago Titicaca y a unos 10 kilómetros de distancia se podría hacer en un recorrido muy interesante y no en autobús como estaba previsto. Tampoco implicaba alargar la estancia o modificar los planes.
La antigua ciudad tenía un puerto ya que había estado a orillas del gran lago pero la orografía debió de modificarse con el paso de los siglos.

En la misteriosa ciudad arqueológica, Jordi no pudo reprimirse para contar que la Puerta de Sol, compuesta por tres bloques y aún en pié, que alguna teoría indicaba que la puerta tenía la capacidad de ser interdimensional.

-¿Y sin pomo para entrar? ¿Y dónde estaba el botoncito interdimensional? Y si la puerta de destino ya no estaba, ¿te darías un porrazo interdimensional? Has visto demasiados capítulos de Stargate…

-Bueno…sólo era una cosa que leí. Por cierto, la ciudad perdía un poco después de haber visitado Machu Picchu. Pero el lugar también tenía aquella energía telúrica que te hace “sentir”.

Se notaba que Jordi no podía soltarse para evitar los comentarios de su pareja. Por suerte, la cosa había ido a mejor con el tiempo y Roxi aceptaba esa conducta como parte del “paquete”.

A la mañana siguiente, mochilas a la espalda, empezaron el recorrido a pie.
Les contaron que el nombre de Tiahuanacu provenía de un error de los españoles al llegar al lugar. Al consultar a los indígenas les dijeron que el lugar era la “ribera seca”  con su lengua, y los españoles anotaron el nombre de Tiahuanacu pensando que era el nombre de la ciudad.
El recorrido hasta el lago Titicaca era tranquilo y se informaron de presuntos peligros. No había problema mientras se desplazaran con luz del sol. Por la noche, pocos lugares eran aconsejables.
La altura incomodaba un poco, 3.800 m, pero tenían buen fondo físico y mentalización. El recorrido no tenía nada especial, rodeado de campos de cultivo y cadenas montañosas a ambos lados del valle que desembocaba en el lago. El ambiente era fresco y siempre por debajo de los 10º. En un par de horas se llegaba ya que se trataba de 10 km. No se proponía como ruta interesante en las guías.
Iban por una vía dirección a Guaqui, ribereño del lago y donde podrían recorrer una parte de éste con una especie de ferry turístico. En Guaqui, un canal artificial entraba tierra adentro, hasta acercarse al pueblo.
Antes de salir se informaron para dar una vuelta en barco o de recorridos turísticos.
Sólo pretendían dar un paseo y ver algún poblado indígena. A esa altura del viaje, llevaban 14 días de intensa actividad, se querían tomar un descanso, recuperar fuerzas y afrontar la ruta final.
La parte final del viaje empezaría en bus, bordeando el sur del lago y tras varios trasbordos y 3 días llegarían a San Lorenzo a 450 km del punto de salida del lago Titicaca.
Allí alquilaban un todoterreno y un guía previamente contratado y entraban en la selva, ya inicio de la Amazonia, y donde intentarían explorar el lugar donde el antepasado de Roxi dijo que debía estar la ciudad perdida.
Había muchas leyendas sobre ciudades perdidas en la selva amazónica, incluso se habían encontrado algunas en centro y Suramérica. Pero no había ningún dato sólido sobre aquella ciudad.
Desde San Lorenzo tomaron un camino que se adentraba en la selva dirección noreste hasta que desaparecía. Eran 40 kilómetros siguiendo el curso de un rio de color amarillo-marrón.´Un afluente de otros afluentes hasta llegar al Amazonas. Un descenso de los Andes hacia las tierras bajas de la selva.
Unay, un guía que conocía bien la zona, con facciones indígenas y bien fornido,  les contó por el trayecto la idea que él tenía en base a lo que pretendian. La pareja le había comunicado su  deseo de “explorar” la zona dando prioridad a cualquier vestigio de cultura antigua que hubiera por la zona, si la había, o incluso dejarse llevar por leyendas y afirmaciones de los más viejos del lugar.
Aunque habían mantenido contacto durante varios meses para saber algo más de lo que podían planear como ruta, era difícil plasmarlo en un mapa, ya que no había caminos y deberían cruzar bosque virgen y una orografía complicada. Llevarían cierta carga extra y no debían arriesgarse.
Aquello era un parque nacional, pero el nombre no significaba más que unas rutas controladas, inmensidad en la selva y nada cuando salías de las rutas marcadas.
Unay conocía bien el riesgo de estas aventuras, tenía experiencia y por tanto precaución. Llevarían medicamentos aceptando que no era médico y que volverían en caso de cualquier problema que él considerase preocupante.
Había por delante 10 días de recorrido indeterminado. Jordi y Roxi pasaban un momento de subidón al empezar a poner en práctica la pequeña locura de pequeños Indianas en la selva amazónica. Sabían que no podían hacer un gran recorrido por una zona poco explorada y sin caminos. La lluvia, los cursos de agua, la temperatura, los animales (especialmente los más pequeños), podían complicarlo todo. Y lo más temido, sufrir un accidente como una caída y romperse un hueso. No había cobertura desde poco de salir de San Lorenzo, y aunque habían informado a las autoridades del pueblo del recorrido conocido, no reaccionarían hasta que hubieran pasado los 10 días previstos, en caso de no volver.
Unay conocía el punto donde se acababa el camino y el  lugar para cruzar el rio. Un rústico puente de cuerdas que gustaría a la pareja. Seguro que echarían unas fotos, valía la pena. A partir de ahí no había senderos y sólo pasos de animales. La vegetación aún permitía caminar y los desniveles superables con cierta comodidad. El paso sería lento. Unay llevaba consigo un machete y un rifle, como buen guía. Y se atrevió a preguntar qué deseaban encontrar.

-Pues, la verdad, es una larga historia. Es más una ilusión que nos hemos ido trabajando y esta “no ruta” es el resultado. Pasear por una zona para “probar”, encontrar una pista, una piedra, una posibilidad.

-¿Pista para qué?
-De restos arqueológicos.
-Pero los más próximos conocidos están muy lejos…
-Ya, pero….
(Roxi y Jordi contaron la historia del  antepasado de Roxi y el famoso amuleto de obsidiana. La mirada de Unay lo decía todo).
-¿Un amuleto de obsidiana? ¿Con algo especial?
-Tiene unos grabados de una precisión y belleza que sorprenden a cualquiera que lo ve.
-¿Y lo tienen referenciado por algún especialista? ¿Tienen un informe de autenticidad?
-En la familia hemos dado validez a la información de nuestro antepasado.
-Ya saben que, aparte de la autenticidad del amuleto, puede que no signifique nada. Puede haberse hecho en la época de su antepasado y los grabados resultado de la imaginación del artista.
-En la familia no le hemos buscado ese aspecto. Si alguien ha dudado no lo ha querido comentar muy alto. Parece ser que el requetebisabuelo gozó de muy buena imagen y nadie quiso dudar de su opinión. Aunque yo misma nunca he tenido claro este asunto, pero no me he querido librar de la emoción de esta aventura.
-Como pueden suponer, no hay garantía de nada, excepto de que una vez entremos en el bosque, cada vez será más difícil cambiar de opinión.
Si no conocen la zona, deben saber que la temperatura irá en aumento a medida que vayamos al este y bajemos de altitud. Por otra parte a medida que sube la temperatura también aumentará la humedad y disminuirá el viento. Los primeros dos días serán frescos y después ya no, excepto por la noche. Y ya en zona baja, será más difícil transitar, ya que muchas zonas pueden estar inundadas. Lloverá a menudo, aunque poca cantidad y dificultará la marcha. Intentaremos descansar al bajar el sol y buscaremos aprovechar las oquedades naturales si es posible.
He hablado con conocidos que han estado por la zona y todos coinciden en que no será una ruta sencilla. Décadas atrás se buscó por esa zona petróleo y otros minerales, pero murió gente y nunca se supo que ocurrió de veras.
No hay ningún punto habitado en la zona. Ni deshabitado que sepamos, a no ser que descubran esa civilización (la expresión sonó un poco a sorna).
Era mediodía y decidieron partir hacia el este. La aventura empezaba. Primero debían cruzar el rio.
Tomaron curso abajo un par de kilómetros. Los picos nevados al oeste dejaban la zona sin sol y frio, pero el paisaje relucía por su inmensidad. El rio de color ocre y verde, dependiendo del lugar, señalaba altitud y fuerza para arrastrar sedimentos. Las águilas aparecían de vez en cuando cruzando las zonas altas y vigilando su área de caza. Algún venado peludo y asustadizo se dejó ver como corría a esconderse.
Después de un pequeño meandro en el río y desde cierta altura, el rústico puente de cuerdas aguantaba milagrosamente. La pareja se cruzó una mirada de complicidad y una sonrisa. Compartiendo experiencias disfrutaban de sus momentos de más unión.
Antes de cruzar el puente le preguntaron a Unay el porqué del puente si no había nada al otro lado.

-Cruzando rio abajo se llega a un pequeño poblado agrícola a unos 20 kilómetros al norte. El puente lo repararon para que el poblado pudiera tener un eje de comunicación. Años atrás, antes de cruzar el rio hubo un pueblito y era el punto de paso.
También los viejos dicen que siempre ha habido puente, de un tipo o de otro, aunque no se conoce desde cuándo. Igual si hubo habitantes generaciones atrás.

Unay entró en el estrecho puente de gruesas cuerdas provocando que todo él se moviera. Parecía frágil, pero era seguro, para el peso de unas pocas personas.
La base de cuerda entrecruzada era suficiente para el paso lento y prudente. Las barandas permitían mantener el equilibrio y la emoción de un paso flexible y en movimiento. Unay advirtió de evitar la típica broma para mover el puente.
En los aproximadamente 150 metros de puente pudieron dar el pistoletazo de salida con puntuación de “espectacular” y sin posibilidad de foto por no abandonar las manos de las barandas. No hizo falta hacer ninguna broma para que la flexible construcción se moviera suficiente para poner a prueba el equilibrio de los tres. Aunque con disimulo, tanto Roxi como Jordi tuvieron sesión de cosquillas de adrenalina en el estómago.
Al “tocar tierra” en la otra orilla se quisieron hacer un selfie, convenciendo a Unay de salir con ellos.
Unay parecía un guía serio, pero tenían buenas referencias de él.
Pasado el puente había un pequeño sendero que seguía el rio abajo, hacia el norte y ellos se dirigían el este, también siguiendo el curso a contra corriente de un riachuelo que desembocaba en el  que acababan de cruzar. Unay les habló que sin camino la mejor manera de avanzar era aprovechando las oportunidades “naturales”; cursos de ríos, zonas con vegetación baja, evitar desniveles excesivamente pronunciados (donde podrían necesitar equipo).
Hablaban mientras caminaban y a la pareja les gustaba escuchar a su guía, ya que además necesitaban confiar en él.

-Como no teníamos una ruta concreta preparé un punto de destino. Así, podíamos controlar las distancias y los accidentes geográficos más importantes. Podía calcular algunas etapas y puntos reconocibles.

Como ya llevaban un par de horas caminando, Unay decidió mostrarles en un mapa cual era su plan. El punto de destino era la “montaña roja”, una elevación moderada en el descenso andino que por su color y falta de vegetación era un buen punto de referencia.
A la pareja les pareció una buena idea aunque no evitó algún comentario.

-¿Has estado alguna vez allí?
-Nunca.
-Si encontramos algo que indique construcción o algo “extraño” como un grabado en roca podríamos cambiar planes, supongo.
-Evidentemente. Es más, yo he preparado una ruta, pero mientras no comprometamos el tiempo de la caminata y no corramos riesgos innecesarios, estoy a su consideración.
-No nos hables de usted, por favor.
-Lo intentaré señores. Pero igual se me escapa…

Rieron los tres, siendo la primera vez que vieron los blancos dientes del guía. Con su oscura piel aún resaltaba más de lo habitual.
Siguiendo curso arriba  le preguntaron a Unay el tiempo que seguirían el curso del riachuelo. A un par de kilómetros el rio tuerce al sur y lo deberemos abandonar, sino lo impide antes alguna dificultad en el paso. Aunque ya deberíamos empezar a buscar un lugar para pasar la noche a resguardo. En caso contrario, las tiendas las plantamos en el bosque, pero siempre preferible un hueco en roca o lugar protegido del viento, siempre será más seguro.
Siendo el primer día, la experiencia resultaba de lo más atrevido y curioso, aunque incumplían una de las normas sagradas de los excursionistas; planificar las rutas en su totalidad y no aventurarse en lugares donde no tuvieran información. Pero el expediente “de profesionales de la bota” lo cubrían con un buen guía.
Decidieron llegar a unas paredes que se veían a poca distancia entre la vegetación, como mucho a 30 minutos o  una hora si no había problemas.
-¿Hay animales peligrosos?

-El Chupacabras.

Fue la respuesta con facción seria de Unay.

-¿Qué es el Chupacabras?.

-Es un animal que no come a sus víctimas, sino que les saca toda la sangre. Cuando encuentras a sus víctimas están totalmente secos. No se detecta muy a menudo, pero es fatal…

-¿No será verdad?

-No lo es…  (su sonrisa mal disimulada le hacía merecer el título de bromista).

-Es una leyenda, hay quien sí cree en él y hay quien no. Yo particularmente pienso que puede ser otro animal y que por el tipo de herida o por alguna sustancia anticoagulante desangre a sus víctimas. Por esta zona no se sabe de ningún animal o persona atacado por ese animal. Como no vive nadie por aquí, no pueden contar.
A parte del misterioso Chupacabras  hay pumas, serpientes, conejos, ratones, pájaros de los que vuelan y de los que no y un insecto muy venenoso, el Chuy, además de una multitud difícil de enumerar. Pero no son animales que nos estén esperando. Si no se sienten atacados no deberíamos tener problemas.

-¿El Chuy? ¿Qué es eso?

-Es como el Chupacabras pero en insecto y pequeñín. Chupa y como consecuencia dices “huy, huy”, de ahí el nombre de “Chuy”.

Ahora la sonrisa disimulada ya mostraba la blanca dentadura y un poco de sorna.

A Jordi le pareció una broma divertida y se echó a reír.

-Si vemos un Chuy lo cogemos, ¿vale?  (a Jordi parecía que le iba bien ese tipo de broma).

-Unay: ¿No se conoce de que hubiera algún tipo de tribu por esta zona?  ¿O más abajo ya en la zona baja?

-Como sabéis, en la Amazonia hay zonas inexploradas y se sabe de alguna tribu, pero yo no he oído hablar de nada parecido por la zona, aunque estas tribus no existen hasta que alguien las ve. Yo creo que si las hay estarán mucho más al este, y en zonas de más difícil acceso o más separadas de la civilización. Ya les comenté que las conocidas estaban mucho más al norte.

La zona de aproximación a las Paredes no parecía excesivamente complicada y era aconsejable encontrar resguardo para pasar la noche. Debían abandonar el paso siguiendo el riachuelo y entrar en el bosque. Estaba bastante seco y permitía caminar sin los inconvenientes de las zonas húmedas. El guía temía por encontrar zonas inundadas o que dificultaran el paso y obligara a desviarse.

Unay utilizaba poco el machete y abría paso. Una ligera pendiente indicaba que nos íbamos acercando a la primera parada. Unos jabalíes nos cruzaron a la carrera, con los pequeños detrás, y provocando un ruido de ramas rotas muy escandaloso. Un susto agradable a la vista, aunque el guía soltó el machete para coger su rifle, por prudencia. ¿Y si algún animal perseguía la familia porcina?.

-En un par de días deberemos cazar algo para comer. Lo que llevamos no durará para siempre, aunque encontraremos algunos frutos que nos ayudarán. De agua no tendremos problemas, ya que abundan los riachuelos y fuentes.

-Que crees que tardaremos en llegar a las Paredes?
-No creo que más de 20 minutos, se ven cerca.

Aunque con un pequeño rodeo para llegar a la zona, encontraron una hondonada con una pequeña cavidad en una gran roca que parecía hecha adrede para lo que buscaban. No hacía falta llegar a las Paredes que quedaban a unos 200 metros.
Parecía una gran roca caída de los peñascos y que había quedado casi en la mitad de una depresión rodeada de inmensos árboles y una vegetación impetuosa, con multitud de pájaros que parecía iban también a dormir allí. Debatieron si desplegar las tiendas en la oquedad o  si simplemente apoyar unas ramas para sellar de alguna manera el agujero. Unay prefería abrir la tienda por dos razones; la primera porqué ya que la debían transportar, debía utilizarse y la otra por el frio que pudiera hacer en la noche.
Sin darle más vueltas desplegaron las tiendas. La de Roxi y Jordi era de las que se dejan caer en el suelo y se despliegan solas. Siempre provocando una pequeña sorpresa por su practicidad. El guía pensó que debía tomar nota para la próxima. Las conocía, pero tenía apego a su tiendecilla individual, amiga de otras batallas.
Antes de oscurecer, prepararon un pequeño fuego que utilizaron para calentar comida. También aprovecharon para ponerse una capa más de ropa. Las duchas de agua caliente las dejarían para más adelante…
Los pájaros llegaban en oleadas, indiferentes a las dos grandes águilas que cruzaban por encima de los acantilados cercanos. Parecía como si se conocieran y que era la hora del descanso.
El ruido de los pájaros aportó un imprevisto a la tranquilidad que habían respirado hasta el momento, que incluso les hizo pensar en los pocos animales que habían visto, siendo el lugar que era.
Tampoco habían visto ninguna civilización perdida ni escalinatas al cielo. No sería por no estar avisados.
El agujero en la roca dejaba suficiente espacio para las dos tiendas y a unos metros, aún cubierto por la roca, el fuego que podía mantenerse encendido un buen rato más.
Al caer el sol, en unos minutos, el lugar oscurecía y el silencio tomaba posiciones. Sólo alguna ave nocturna dejó entrever su silueta y un búho cerró la sesión con su particular aviso. El resto de sonidos, de los pájaros concentrados, fue rápidamente silenciado. Aviso para dormir. Por la mañana deberían seguir y avanzar.
El segundo día amaneció frio, muy frio. Al sacar la cabeza de la tienda, Jordi volvió a cerrar la cremallera y se quedó dentro.

-Hace mucho frio cariño!, pero mucho.
-Pues enciende fuego mariquita!. A ver si yo también tengo que pasar frio! Al menos haz un poco de café!

Cerca del fuego apagado había un montón de leña que Unay había preparado. Volvía con hojas y hierba seca para iniciar el fuego.

-Que tal Jordi! ¿Habéis dormido bien?
-Sí, gracias. ¿Tú también?
-Fresquito.
-¿Es normal esta temperatura?
-Es la cercanía de la cordillera andina y sus aires refrescantes…
-¡Vaya que sí son refrescantes!
-Al salir el sol la cosa se pone mejor. Y a medida que descendamos también. Serán un par de días, ¡ya verá!
-¡De tu!
-OK Jordi.  He mirado por la cercanía y podemos tomar un estrecho que hay cerquita en vez de volver al riachuelo, parece mejor camino. Me preocupa que la presencia de agua en la ribera del rio nos complique el paso. Casi prefiero el bosque, sino es muy denso. Desde más altura se puede ver mejor la orografía y los prismáticos nos ayudarán más que en zona baja.

Después del café y unos huevos revueltos desmontaron el campamento y prepararon las mochilas.
Los primeros pasos siempre son agradables y en esa salida experimental era como un misterio continuo, controlado, pero motivador.
En pocos minutos entraron en un estrecho cañón que cruzaba todo el montículo. Las paredes a ambos lados estaban ligeramente inclinadas pero daba la sensación de verticalidad por la altura y por la falta de luz. El suelo era rocoso, de las piedras que habían caído y casi sin vegetación, por falta de luz. Daba un poco de sensación de claustrofobia, sobretodo porque no sabían lo que habría en la siguiente curva del cañón. Pero se desvelaría pronto porque no cubría una gran distancia. En unos minutos ya se divisaba la luz y la vegetación al otro lado. Una ladera suave les haría bajar unos centenares de metros para entrar en bosque tupido en la  dirección correcta.
Unas nubes oscuras cruzaban el cielo entre paredes y amenazaba lluvia. Unas gotas golpearon sobre los chubasqueros y las mochilas de forma sonora pero sólo fue eso, un aviso.
El descenso suave era agradable, con la vegetación de hierba y matojos que llegaba a las rodillas. El paso era fácil y daba la impresión de las escenas de Heidi en los dibujos. Verde, flores, alegría y nubes. Ahora bajaban los tres sin fila india pues lo permitía el lugar.

-Quietos ahí, un momento, que echo una foto.

Pararon un instante y tanto Jordi como Roxi se prepararon para el postureo de costumbre mientras Unay se tomaba aquello como obligación.
Al llegar al bosque les dio una sensación de protección mientras los grandes y verdes árboles cubrían el cielo. El suelo, con muchos arbustos y poca hierba aparentaba un cómodo caminar. Sólo unas grietas de vez en cuando aconsejaban prestar atención para evitar una torcedura de tobillo. El ritmo era bueno y el día aguantaba. Si seguían así podrían cubrir una buena y bella distancia.
Descendían poco a poco casi sin notarlo i de vez en cuando saltaban pequeños arroyos sin dificultad.
Jordi no perdía la costumbre de explorar el entorno a la vez que cuidaba donde ponía los pies. Sin decirlo, tenía la pequeña esperanza de encontrar alguna cosa que pudiera significar artificialidad; una piedra con una marca, unos peldaños, una cueva antiguamente habitada, un camino antiguo, cualquier cosa que mantuviera la esperanza y la emoción.
Unay no iba deprisa, no hacía falta. Tampoco hablaba mucho, excepto cuando paraban a beber.
En unas rocas con formas curiosas pararon a comer algo. El segundo día ya había soltado unas horas y habían conseguido avanzar varios kilómetros por la belleza verde. La máquina de fotos de Jordi había tomado un montón de fotos de paisajes, rincones, piedras, riachuelos y animales.
El lugar de descanso era un claro donde se podía percibir los rayos del sol. Más necesario era a primera hora pero era suficiente y reparador.
Las mochilas aún conservaban algún que otro embutido, latas de comida y poca agua, que se podía reponer sin mucho problema. Era agua andina y proveniente de nieve, aún. Debían ahorrar algo de comida por si acaso. No podían depender de lo que pudieran encontrar y tuvieron que racionar las reservas por precaución.
Siguieron unas horas sin incidentes a parte de una torcedura de tobillo de Roxi sin consecuencias. Por la noche le echarían un vistazo, pero no le dolía mucho.
Esa segunda noche cortarían unas ramas para preparar una cabaña aprovechando tres troncos de árboles que estaban muy juntos y podían aguantar las ramas horizontales con comodidad. Atarían otras ramas más grandes con cuerdas para bloquear la parte de entrada. Mantendrían un pequeño fuego rodeado de piedras en el interior de la construcción. No parecía haber riesgo de incendio.
Unas bayas y algunos tubérculos que Unay sabía encontrar permitirían hacer una sopa caliente. Un pequeño animal parecido a un conejo acompañaría la cena. Y aún quedaba sal.
El tercer día amaneció con una llovizna incómoda. Al salir de la cabaña de ramas se oía el ruido de las hojas más gruesas recibiendo las gotas como golpes secos y ahogados. No se escuchaban ni pájaros ni otros habitantes. Era inquietante.
Decidieron esperar un rato antes de partir, para evitar la lluvia, que siempre era molesta, y el cielo avisaba.
Las nubes evitaban el sol y la buena luz, agradable para moverse debajo de árboles tan altos y vegetación tupida.
El golpe seco de un trueno rompió la rutina de las gotas en el bosque.
Roxi rompió el sonido de la naturaleza.

-Habéis oído?
-El qué , el trueno? Ha sido un trueno? Con eco?
-Eso parece, aunque … muy corto. También podría ser un disparo, pero dudo que haya cazadores por aquí. ¿Os parece que sigamos o nos quedamos de secano? Si nos quedamos deberíamos acondicionar el lugar para evitar mojarnos. No parece que esto acabe pronto. Si preferís seguir ruta será lenta y no haremos una gran distancia. También podríamos avanzar para encontrar un lugar mejor para resguardarnos y allí preparar un buen fuego.

Jordi respondió rápido.
-¡Apuesto por esto! Busquemos un mejor lugar de acampada y si antes de encontrarlo cesa la lluvia podemos seguir.
-¿Qué te parece Roxi?
-Que un rato de lluvia también puede ser interesante. Pero el fuego deberá ser suficiente para secar la ropa mojada y sobre todo las botas.

Los tres llevaban ropa impermeable, tanto chaqueta como pantalón. En lugares donde puede llover o por simple precaución siempre llevaban esta muda. También era buena como capa para el frio. Y de momento estaban utilizando todo lo que llevaban, o casi todo. Las linternas frontales y los machetes aún estaban en el rincón sin uso de la mochila.

La hierba mojada frotaba la tibia de los caminantes produciendo el sonido metálico de los impermeables mientras algunas gotas salían despedidas aleatoriamente.
Unay amortizaba el sombrero de cowboy y Jordi la gorra de visera larga color rojo también cubierta por el gorro del impermeable.
La lluvia se hacía más consistente y molesta. Roxi se había puesto también la gorra de visera que no le gustaba usar, pero evitaría mojarse la cara continuamente.
El suelo también empezaba a estar enfangado y encharcado. Tenían ganas de encontrar un buen lugar para parar y buscaban de momento el montículo más cercano en busca de rocas, paredes o cualquier cosa que les permitiera estar a cubierto y cumplir el placer de hoguera y secado.
Las zonas semi tropicales y tropicales tenían el riesgo de los agentes climáticos, pero no acostumbraban a ser muy duraderos.

Un rayo cayó cerca de los caminantes, a unos 500 metros en frente, provocando una humareda que se pudo ver un breve rato ya que la lluvia se encargaría de sofocar.
Una zona rocosa, por suerte abundante en las pendientes andinas, invitaba a acercarse.
Las rocas tenían pequeños agujeros insuficientes para las necesidades del grupo y decidieron seguir buscando hasta llegar a la “puerta”. En un pequeño pliegue en la pared, que parecía meterse en ella, pudieron encontrar la entrada a una cueva o lo parecía. Lo sorprendente era que la llamaron puerta porqué se trataba de un agujero con forma geométrica, que parecía una puerta de esquinas de 90 grados y altura de unos tres metros.
Se metieron dentro sin pensar que algún animal podía estar refugiado allí. La lluvia provocaba tomar decisiones rápidas.
Sería demasiada suerte que aquella monumental entrada pudiera ser lo que buscaban. No pensaban en analizar en profundidad la forma de la entrada ni las marcas que parecía contener en el supuesto marco, probablemente consecuencia de la lluvia y las curiosidades de la naturaleza.
Al cruzar la puerta encontraron un suelo de piedra casi liso que perduraba unos diez metros en el interior, donde ya la falta de luz les impedía conocer más detalles.
-¿Bendita cueva! (sugirió Roxi).
-Qué cosa más rara. Unay, ¿habías visto una cueva con esta forma de entrada alguna vez?
-Sí es un poco extraña, parece labrada para guarecerse.

Se quedaron pensativos aunque de momento, y con Jordi soltando mentalmente su adrenalina para especular, decidieron llevar a cabo el plan de plantar un fuego y secar la ropa y las botas. Lo más difícil sería encender el fuego, pero ya se apañarían.
Cerca de la entrada de la Puerta había leña que podía servir, ya que al estar cerca de la pared no estaba totalmente empapada.

Dentro, después de echar un vistazo con linterna, Roxi contaba con sorpresa la forma de la cueva, con el suelo liso y varios túneles. Después de preparar el fuego y desplegar las tiendas colocarían la ropa y hablarían del nuevo plan.

Jordi no se podía contener.

-No creéis que esta cueva puede haber servido de refugio de algún pueblo en tiempos remotos? O ser un lugar de culto? Esa puerta no parece de “fabricación natural”. Sus esquinas son demasiado perfectas y el suelo liso parece acondicionado artificialmente.

Unay dio su opinión.

-Deberemos consensuar lo que queramos hacer a partir de ahora. Si destinamos demasiado tiempo a hacer de espeleólogos o investigar por la zona en busca de la “civilización perdida” romperemos la ruta prevista inicialmente. Y que conste que por mi parte no hay problema.

Roxi continuó.

-Que frio! Tomemos algo caliente por favor, yo necesito recuperarme.
Este lugar parece agradable y le podemos echar un vistazo. Si vemos que no merece la pena arriesgarse dentro de la cueva o si no hay nada en el exterior que valga la pena, podemos seguir ruta. Si por lo contrario, vemos algo que nos anime a pasar del deporte de montaña a la arqueología, yo sé de alguien que te lo va a agradecer eternamente. Y a mí no me desagrada; supongo que es culpa del amuleto.
Con la mirada de complicidad de Jordi y Roxi ya estaba todo dicho.

Jordi, contento, agregó…

-A ver ese fuego, bien grande, porqué “mula grande, ande o no ande”.

No venía al caso, pero le salió así.
Aun habiendo encontrado un buen refugio que además podría dar que pensar, por la forma de la entrada, había una sensación de desazón, seguramente debida a lo avanzado del viaje y los muchos días que llevaban fuera. La lluvia, el cansancio…
En todas las salidas que hacían había un momento de “bajón”. No le darían más importancia ya que seguramente era ése el momento.
Seguramente al descansar, calentarse y comer algo las cosas se verían distintas.
La intensa lluvia parecía una cortina desde el interior de la cueva y ya con el incipiente fuego daba una mansa sensación de resguardo, como si el refugio hubiera estado esperando la llegada de los visitantes.
A Roxi incluso le parecía oír un rumor, una vibración.

-¿No notáis ese sonido sordo? ¿Como si el celular estuviera en vibración?
-Es la llamada de la otra dimensión (Jordi no pudo retenerse).
-¡Tonto! ¡Lo digo en serio! El suelo parece temblar.

Unay quiso intervenir para que la conversación no fuera a degenerar.

-Puede que haya una corriente de agua que provoque sonidos, vibraciones e incluso distorsiones magnéticas.

Jordi no dudó en sacar su brújula de la mochila. Se asustó al comprobar que la aguja de la pequeña máquina no paraba de girar en dirección contraria a las agujas del reloj.

-¿Esto es muy raro, la brújula se ha vuelto loca! La entrada, la brújula, los sonidos…

La emoción se apoderaba por momentos de Jordi.
-Podríamos entrar un poco en la cueva para ver como es.

-¿Os parece que comamos un poco y nos recuperemos cerca del fuego antes de empezar la espeleología?

-¡Suerte que alguien pone un poco de  sentido común!

Unay se rió en función disimule, sin causar ningún malestar.

El suelo rocoso, con unas toallas para la temperatura de la piedra, y el fuego ya con fuerza provocó un rato de silencio. Cada uno entró en su mundo.
Jordi, aún observando la brújula de vez en cuando, se maravillaba de la anomalía.

-Igual estamos en el centro del mundo y…
-¡El centro del mundo te estaba esperando a ti!
-Es broma Roxi, que no aguantas nada…

Jordi no pudo esperar mucho a tomar la linterna y echar un vistazo. Una de las vías se bifurcaba unos treinta metros hacia dentro. La otra parecía tomar una dirección descendente, aunque el suelo era razonablemente y extrañamente llano. No había ninguna pista que indicara que fuera hecho por humanos, aunque parecía extraño que la naturaleza tuviera esos detalles.
Después de la primera inspección y alrededor del fuego acordaron que entrarían en cada una de las opciones de la cueva y decidirían que hacer en cada momento.
Unay pensaba que la idea inicial de la pareja podía convertirse en realidad aunque se resistía a creer que habían encontrado “algo” artificial. De hecho, sin la lluvia no hubieran encontrado la entrada, que parecía un escondite. En un fugaz pensamiento, el guía pensó en encontrar el tesoro de Alí Babá, pero no se atrevió a confesar a la pareja esa idea, probablemente para no perder su imagen de profesionalidad y seriedad.
También deberían acordar el tema del alimento. En poco tiempo acabarían las existencias de comida. La lluvia complicaba la caza y la recolección de frutos, vegetales comestibles y tubérculos.
El racionamiento de comida en lata y embutido serviría de complemento pero sería insuficiente. Sería aconsejable guardar en lo posible estos alimentos.
Un pequeño inventario de la comida disponible delimitó que podían comer y qué guardar.
A Jordi aquel lugar le producía somnolencia. Poco después los otros ocupantes del refugio también lo confesaron. Después de comer echaron una siesta con el fuego bien alimentado.
Unas gotas de una estalactita despertaron a Unay. La lluvia parecía disminuir su intensidad y el guía sacó la cabeza al exterior traspasando la Puerta. A unos metros corría un pequeño reguero de agua alimentado por la corriente que bajaba por la pared y que supuestamente era el causante del pliegue rocoso. La pared al frente estaba a unos 15 metros.
Jordi estaba profundamente dormido y las muecas de su cara indicaban angustia. La respiración de Roxi parecía de inquietud pero sin llegar a lo de Jordi.
Aprovechando que dormían y que la lluvia desaconsejaba salir al exterior, Unay también quería investigar un poco la cueva. Tomó su linterna negra de gran calibre y avanzó por la primera gruta a la izquierda sin despertar a la pareja. No se adentraría mucho y ante cualquier duda o inconveniente volvería atrás. Llevaría también consigo el encendedor que usaba para el fuego, ya que no fumaba, por si la linterna decidía dimitir. Se metió en el chaleco un recambio de pilas ya que quedarse a oscuras en una cueva desconocida a solas no era su mayor deseo.
La gruta dejaba de tener el suelo llano a unos 40 metros y a los sesenta se bifurcaba en un pequeño agujero impracticable y otro que parecía tomar dirección ascendente y que por iniciarse en el techo no permitía la subida. Era una gruta de momento con el techo muy alto, ya que estaba a varios metros.
Volvió por el camino recorrido y se reencontró con la pareja durmiente.
Ahora tomaba la segunda gruta. Enfocó la luz hacia el fondo y parecía un túnel recto con sólo algunas irregularidades en la parte superior de las paredes. El techo estaba repleto de estalactitas que goteaban. Al alcanzar los 100 metros se detuvo para pensar si era prudente seguir. Demasiado recto, demasiado cómodo.
El suelo parecía brillar más adelante, así que unos pasos más no serían problema, excepto por los escalones en una bifurcación a la derecha. Se frotó los ojos para interpretar la incongruente cueva.
No había duda ahora que aquello, o parte de ello, era artificial. Sin querer habían encontrado lo que buscaban aquella bonita pareja.
Debía retornar y avisarlos. Aunque porqué no bajar unos escalones antes de volver. La escalinata giraba en sentido derecho y los escalones agrandaban su altitud hasta llegar a una gigantesca bóveda donde las paredes estaban repletas de símbolos. Se aproximó a los que tenía más cerca y parecían mitad maya-inca y mitad egipcios, con algunos de sus símbolos más conocidos como cuerpos de hombre con animales de cabeza.
Resiguió aquella gran sala enfocando la pared. Pinturas, grabados, símbolos de mil formas… y un fuerte olor… a humedad, a humo de vegetación verde, muy familiar.
En el lado opuesto del punto donde Unay entró, una cavidad  totalmente redonda seguía hacia lo aún desconocido. Un ruido, una vibración, parecida a la que escucharon en la entrada le llamó la atención, aunque ahora con cierto respeto, por no llamarlo miedo, mientras la pérdida de control y un mareo le obligó a agacharse. No sabía qué hacer. Una parte le decía que debía volver ya y la otra que mejor descansar un poco para recuperarse.
La vibración incrementó su intensidad y todo su cuerpo temblaba, ayudado por el temblor del miedo.
El suelo, también repleto de marcas, símbolos concéntricos, relieves grotescos, avisaba al guía con mil dudas.
¿Una corriente de aire?, ¿sonido de agua?
Se agachó para enfocar el nuevo túnel, con la sensación de náusea y vibración en el centro del estómago y un ruido que parecía aproximarse, que era nuevo, sorprendentemente desconocido.

Alrededor del fuego, en la entrada de la gruta, Jordi se sobresaltó al despertarse y tuvo que esforzarse en pensar dónde estaba y forzar su reacción. La luz en el exterior ya estaba suavizando su intensidad y oscurecería pronto.

-Roxi, ¡despierta! ¿Sabes dónde está Unay?
-¡Me duele todo! Estaba bien dormida. ¿Unay?  Seguramente ha salido. Ya sabes que hace esas cosas.
-Pero es extraño que no haya avisado.

Roxi salió al exterior para ver si podía ver al guía. Aguantando las pocas gotas que caían gritó un par de veces. Sin respuesta. Volvió para adentro y se colocó junto a Jordi.

-Debemos esperar que vuelva, comer algo, y no sé, hablar de qué hacer. El rifle de Unay está aquí, no debe haber salido para mucho.
-Roxi, ¿qué pensarías si no volviera?   ¿Sabríamos volver?

-¡No digas estupideces Jordi! Sabes que esas bromas no me gustan.

Cuando hubo oscurecido se miraron con dudas. Aquello no era normal. ¿Y si había sufrido un accidente haciendo lo que hubiera salido a hacer? Si estaba a cierta distancia no lo oiríamos.

-¿Debemos salir sin luz diurna? Echamos un vistazo por la cercanía si te parece, Roxi. No podemos abandonar a ese hombre.

-¡Venga, vamos!.

Salieron y abandonaron la agradable sensación de calor y refugio. El ambiente era fresco pero notablemente húmedo. Un viento a ráfagas aceleraba a las escasas gotas que ahora iban cayendo. Con las linternas, la oscuridad del bosque parecía brillar por el agua en las hojas de los arbustos. Muy incómodo ahora que ya se habían secado.

-¿Qué raro que Unay haya salido sin avisar! ¿Y para qué! No hacía falta leña y sin arma no salió a cazar.
-Igual salió por necesidades estomacales Jordi. A veces no apetece contarlo todo.
-¿Pero crees que se alejaría mucho para eso?
-Supongo que no, pero cada uno es como es.

-¡Unay! …. -¡Unay!

El silencio del bosque y el sonido del aire fresco les empujaron a volver a la cueva. Con mucho pesar, pero si no volvía, por la mañana saldrían a buscarle.

Estar solos en la cueva sin Unay había cambiado radicalmente la situación. De un viaje maravilloso pasaban a tener miedo. Si Unay no aparecía deberían volver a buscar ayuda, o al menos avisar de lo sucedido.

Comieron poco y a disgusto. Antes de tumbarse a dormir estuvieron esperando pesadamente y de vez en cuando salían y gritaban su nombre.
Se despertaron pronto por la mañana y salieron una vez se pusieron la ropa, con sólo una mochila y el fusil de Unay.
Sin saber hacia dónde ir, tampoco habían planeado nada, se trataba de echar un vistazo por la cercanía. Fueron dirección al rio, lugar por donde habían venido.

-¡Qué diablos le ha pasado! Espero que esté bien y lo encontremos pronto.
-Yo estoy francamente preocupado Roxi. Está claro que ha ocurrido algo en contra de su voluntad.

En el fondo del bosque se oyeron unos disparos, o eso parecía, aunque el arma la tenía Jordi. O era otra arma o el ruido correspondía a cualquier otra cosa. Pero podían dirigirse al lugar de donde parecía provenir el ruido.
A 15 minutos de recorrido no parecía haber nada a considerar y menos aún rastro de Unay, hasta que al otro lado del rio parecía verse como una construcción con postes de madera y unas cabañas. No estaban solos por la zona.

-Parece una mina.
-Quizá Unay lo ha visto también y está allí. Podríamos acercarnos.

Se dirigieron hacia el lugar aunque estaban al otro lado del rio. Al menos podrían ver si alguien aparecía, a ver si Unay estaba por allí accidentado, o algo parecido.
En cuanto llegaron a la orilla una bala golpeó el árbol que tenían delante. Una mina, cazadores furtivos, lo que fueran, pero no parecía que tuvieran buenas intenciones.
Sin pensarlo salieron corriendo al ver que había varios hombres armados que apuntaban hacia ellos. Estaba claro que no tenían buenas intenciones.
Tenían de ventaja el rio o que no quisieran seguirlos, pero como pudieron comprobar, no parecía que aquellos hombres quisieran olvidar su visita.
Al poco de su escapada al bosque oyeron a unos perros que ladraban en su persecución. Sin pensar mucho y corriendo más, la pareja se dirigía torpemente hacia su escondrijo, aunque el silbido de las balas les nublaba cualquier pensamiento razonable.
Traspiés y caída, adrenalina en el estómago, lluvia suave que parecía fuera de lugar, mente nublada, miedo.
Dos caras asustadas corrían juntas casi sin hablar, excepto cortos comentarios urgentes. Al sentir el ahogo de la carrera, Roxi cayó al suelo y no pretendió levantarse, como si estuviera rendida física y moralmente.
Jordi volvió a ayudar a Roxi que negaba con la cabeza. El miedo la había bloqueado y sus piernas y su mente se negaban a seguir.

-¡Venga, levanta!

Roxi negaba con la cabeza mostrando su cara desencajada. Su palidez y mirada ausente asustaron aún más a Jordi. El instinto de supervivencia impulsaba a Jordi a seguir, pero no sin su pareja.
La cogió por un brazo y lo pasó por encima de su cuello cogiendo por la cintura a su pareja con el otro brazo. Literalmente arrastraba a Roxi que estaba en shock. A parte del tobillo probablemente herido.
Los balbuceos de Roxi avisaron a Jordi del problema del tobillo. Siguieron a duras penas por el bosque casi arrastrándose, notando como el ladrido de los perros denotaba recorte de distancia con sus perseguidores.

No podía quedar muy lejos la cueva y se dirigían allí sin pensar que hacer después. La lentitud penosa de la pareja les daba el desánimo del perdedor.
Las paredes familiares de la cueva cercana les dio una brizna de esperanza cuando ya no contaban llegar antes de ser cazados.
Durante los últimos metros antes de llegar a la entrada cayeron un par de veces, tanto por cansancio, como por miedo y descoordinación. La muerte en los talones superaba la mente de los viajeros.
¿Los perros también llegarían a la cueva? Seguramente.

Ya en el interior se sentaron para intentar hablar entre ellos.

-Roxi, ¡debemos pensar! ¿Qué hacemos? ¿Matamos a los perros con el fusil de Unay? ¿Disparamos a quien se acerque?¿Tenemos munición?.
-No puedo más, yo me quedo aquí y rezaré para que sean compasivos.
-¡Ni hablar!, ¡no quiero que nos separemos ni que el azar defina nuestras vidas!
-Vamos hacia el interior de la cueva. Si ellos no llevan linternas no podrán seguirnos.
-Roxi, sin querer ni pensar, asintió, aunque casi había abandonado cualquier reacción de supervivencia.

Jordi aún fue suficientemente hábil para buscar su linterna y la de Roxi, para evitar que los perseguidores lo siguieran haciendo. Aunque con las prisas “no encontró” la linterna de Unay, que tenía la mochila junto a las suyas. Y no se llevaron nada más que el fusil y las linternas siguiendo el primer túnel que se les ocurrió.
La angustia les escatimaba las palabras y el miedo a la circunstancia impregnó sus caras con un tono pálido y demacrado.
Después de una profunda respiración de ánimo empezaron la incursión. En su mente se cruzaron las dos ideas, la primera era escapar a la posible muerte por sus perseguidores y la segunda con la locura de entrar en un agujero que no sabían si tenía continuidad o si no sabrían encontrar una salida.
Las atenazadas ideas se mezclaban y dejaban un pensamiento para pensar que su guía seguramente no había tenido tanta suerte y habría topado fatalmente con los perseguidores.
El doloroso caminar de Roxi agradecía la estructura llana del suelo, ya que si no era así, seguramente no podría seguir.
Era difícil pensar que aquello fuera natural, aunque podía ser una combinación de algo natural y un acondicionamiento posterior. Eso significaría que alguien había trabajado ahí por alguna razón. ¿Era una antigua mina? ¿La conocían los furtivos? ¿La habían trabajado ellos?
Con los dos frontales que llevaban iban cruzándose los haces de luz y les obligó a ralentizar la pesada travesía. En poco tiempo se encontraron en la sala-cúpula redonda repleta de grabados e inscripciones. Habría sido un sueño si encontraban aquel lugar en mejores condiciones. Ahora era un pesar sobrepasado por querer salvar su vida. Y ese olor de musgo, pesado, impregnante.
Les pareció recuperar la sensación de somnolencia, en parte por la angustia y en parte porque faltaba aire fresco a medida que iban entrando, y seguramente por aquel olor.
Permanecieron unos instantes ante aquella impresionante visión mientras sus frontales iban recorriendo la sala con total abstracción. Por unos momentos olvidaron su circunstancia. Hasta que Jordi se encontró ante su linterna un palo que salía de la pared y que parecía una antorcha. Comprobó con el encendedor que llevaba en el bolsillo si aquello prendía.
Inicialmente parecía que aquello no contenía nada de carga para encender, pero al empezar la combustión y a una velocidad inusitada, una línea de fuego rodeó la sala mostrando todo su esplendor.
El resplandor de la pared señalaba los relieves en oro o algo que lo parecía y unos símbolos que parecían contar algo incomprensible para ellos.
El trabajo en el suelo le recordó a Jordi simbología demoníaca mezclado con los calendarios mesoamericanos. La llama llegó a un punto donde una especie de copa se ponía incandescente por la parte inferior, provocando una intensa humareda saliendo del interior de la copa. Era aquel olor ya familiar pero muy, muy intenso. Denso, agrio, relajador.
Ya no pensaban en sus perseguidores ni en el dolor del tobillo de Roxi. No necesitaban las linternas para admirar aquel descubrimiento que superaba cualquier expectativa.
Jordi se sentó en medio del santuario, donde parecía haber “su lugar”. Roxi hizo lo propio mirando en sentido contrario, apoyándose las espaldas. El humo que lanzaba la copa iba ocupando la parte superior de la sala hasta llegar a la parte superior de uno de los túneles que seguían a cualquier lugar. El pesado humo era respirado por la pareja que empezó a notar la falta de oxígeno y sus efectos secundarios. Roxi mencionó lo que podía significar alguno de los símbolos, como si ella tuviera conocimientos de éstos.

-“El camino hacia los dioses empieza aquí… Los dioses del Inframundo… Los creadores de todo…”
-¿Qué te ocurre Roxi, qué dices?
-Lo que pone en la pared.

Y siguió leyendo con sus supuestos nuevos conocimientos mientras Jordi escuchaba las voces del fondo de los túneles.

-Nos llaman, ¡debemos tomar el túnel de ahí! Necesitan que lleguemos más allá.
-¿Quien llama?
-Ellos, los dioses. Me dicen que debemos cruzar el túnel, el túnel de su mundo…
-Yo quiero dormir.
-No Roxi, debemos ir para el túnel, no nos podemos negar. Nos lo piden…

Con dificultad y apoyados entre ellos, agarrados por sus cinturas, emprendieron su camino hacia la profundidad de la cueva con la novedad que a Roxi no le dolía ya el pie y el sueño insistente iba apoderándose de ellos.
Aquel estado, con la oscuridad y la luz de los frontales, con el sueño presionando, las sorpresas de la sala de los símbolos, los nuevos conocimientos de Roxi, y la curación milagrosa del tobillo hizo pensar a los dos que ya estaban en un sueño, pero el caminar y el nuevo túnel los mantenía en el lado despierto, supuestamente.
Continuaron por el túnel con una pendiente considerable. El túnel zigzagueaba de vez en cuando y aparecían algunas señales de indicaban el correcto camino, según comentarios de Roxi.
Los leds de los frontales se apagaron al mismo tiempo, justo en un punto del túnel que parecía estrecharse. La oscuridad y sin saber que hacer se cogieron de la mano y se agacharon. Un mareo que comentaron fue común, les posó sobre el suelo y les hizo perder el sentido en un presunto instante.
……….

La luz de la salida de la cueva les despertó lentamente. Un fuerte dolor de cabeza los mantuvo en el suelo hasta que la conciencia se abrió paso entre el dolor y  fue suficiente como para volver a caminar.
La salida tenía la misma puerta que en el otro lado. Daba a un frondoso valle lleno de luz, seguramente por ser cerca del mediodía. Cogidos de la mano y Roxi caminando sin ningún problema cruzaron la extraña puerta de salida.
Pararon en el rellano elevado que permitía divisar el valle con casas, gente caminando y las dos imponentes pirámides al final de la avenida. Multitud de construcciones se repartían por ambos lados del valle. Era una inmensa via que llevaba a las dos pirámides de igual tamaño.
En las casas más cercanas se podían ver algunos indígenas  transportando cosas y niños jugando.
Uno de los niños que estaba situado a unos 200 metros observó a la pareja estática frente a la puerta. Gritó señalando hacia el lugar donde estaban. La pareja dudaba y se quedó inmóvil. Aquella visión les había aturdido aún más.
Un grupo de lo que parecían guerreros con arcos se apresuraron hacia la salida de la cueva seguramente con intenciones dudosas.

-¿Que hacemos Roxi?
-¿Que se puede hacer, volver a correr hacia el interior de la cueva?, para encontrar los otros que nos perseguían…
-¿Entonces, esperamos a ver qué ocurre?
-¿Acaso no ves lo que ocurre? Esto es un poblado “vivo” de indígenas viviendo como si el tiempo no hubiera pasado. No es una actuación en directo de cómo era una ciudad precolombina. A no ser que estén rodando una película a lo grande. Y no parece que sea eso.

En unos instantes, los guerreros llegaron por unas escaleras que llevaban a la salida, o entrada para ellos de la cueva.
Dos de ellos, orientando unas lanzas hacia la pareja, les dejaron claro que no era un saludo. Jordi llevaba el fusil colgado al hombro pero no hizo ningún gesto para usarlo.
Levantaron los brazos y se dispusieron a dejarse llevar hacia donde indicaran aquellos musculosos hombres llenos de abalorios. Sus ojos, con pinturas de color negro debajo,  mostraban cierto miedo o respeto. Tampoco deberían estar acostumbrados a que apareciera gente por aquel agujero con vestidos distintos y aspecto raro.
Bajaron las escaleras hasta el fondo del valle y al llegar al inicio de la avenida se convirtieron en todo un acontecimiento por la forma en que la gente los miraba mientras abandonaba sus labores.
Los comentarios eran de lo más variado; que si eran extranjeros de la Puerta, que si eran señores del Inframundo, que si los señores del Inframundo son más altos y son distintos, que la ropa era distinta, que si llevaban una lanza de fuego, que si venían de la puerta del sol, que si habían cruzado, etc.

-Jordi, ¿oyes a esta gente? Hablan un idioma extraño que no se cual es y los entiendo perfectamente.
-Como los grabados de la cueva. La verdad que no conocía estas habilidades en ti.
-Lo raro es que, no es que entienda sus palabras, sino que parece como si tuviera un traductor en mi cerebro.
-Roxi!  Yo también los entiendo, y me da miedo, mucho miedo.

El transcurso del recorrido por la gran avenida, se podían ver las construcciones en piedra totalmente geométricas y de perfecta construcción. Los acabados superiores de las casas eran de ramas y hojas, pero las construcciones más grandes, que parecían tener otras funciones, estaban acabadas con cúpulas de piedra y ventanas.
Se podían ver lugares con comida, animales domésticos, cocinas humeantes. La multitud de gente se iba agolpando alrededor de los guerreros a medida que iban avanzando hacia lo que parecía las grandes construcciones piramidales.

Jordi recordó la película de Mel Gibson sobre los mayas, pero se autocorrigió rápidamente ya que no estaban en zona maya sino Inca. De todas formas ese pensamiento en la situación que estaban no tenía mucho sentido.

-Roxi, ¿qué ocurre? Parece que hayamos vuelto atrás en el tiempo. ¿Porqué no parece que estemos en un una cámara oculta, verdad?

El golpe en las costillas de uno de los guerreros le dio a entender que no quería que hablaran. Definitivamente Jordi dejó de pensar en la posibilidad de una cámara oculta y también recordó la absurda costumbre de pensamientos fuera de lugar.
Parecía imposible poder contemplar una ciudad milenaria en vivo, porqué era imposible que existiera sin ser descubierta.
Los dos viajeros estaban intentando razonar algo que diera sentido a lo que estaban viendo y viviendo. Jordi tardó poco en pensar que habían  hecho un viaje en el tiempo, con toda la vergüenza del mundo en confesarlo. Lo más preocupante era que pensar en una civilización como esa siguiera existiendo desconectada del mundo.
¿Pero como podían comprender aquella misteriosa lengua? ¿Les habían implantado un chip en el cerebro? ¿Quién les llevó a la salida de la cueva?
No sabían donde les llevaban pero esperaban conocer un poco más de todo aquello. Roxi no quiso contarle a Jordi que igual su antepasado conoció a pobladores de esa zona, que por lo visto sí existían.
Pero todo aquello no podía ser real. O no estaban en el mismo lugar o no estaban en el mismo tiempo o simplemente habían perdido la cordura en la oscuridad de la cueva.
Al llegar a una construcción rectangular cubierta de grabados y símbolos pudieron observar como alguno de esos símbolos eran de cuerpos humanoides pero con caras muy extrañas que no habían visto nunca en ningún museo ni por Internet.
La puerta rectangular del edificio estaba franqueada por seis guerreros, tres en cada lado de la puerta. Se alertaron al ver la comitiva mientras uno entraba a avisar a quien hubiera en el interior.
El grupo paró en la escalinata antes de llegar al rellano de la puerta, esperando indicaciones de instancias superiores.
Volvió a salir el guerrero y se dirigió al grupo.

-¡Atad a los prisioneros y entrad a los sacerdotes!

Después de que les ataron las manos a la espalda les llevaron hacia la puerta principal para cruzarla observados con curiosidad por sus vigilantes. En el interior, una especie de anfiteatro pequeño, indicaba que era un lugar de reunión. Las ropas de los supuestos sacerdotes denotaban una clase superior a las que habían visto hasta el momento. El detalle que llamaba la atención eran los enormes sombreros que lucían.
A ambos lados del minúsculo anfiteatro había dos estatuas con dos guerreros extrañamente vestidos, con cabezas inmensas y como unas armas de extraño diseño.
Les dijeron que debían arrodillarse ante los sacerdotes y agachar la cabeza. Uno de ellos inició el interrogatorio dirigiéndose a Jordi.

-¿Quienes sois y de donde procedéis? ¿Por qué lleváis estas ropas?
-Estábamos en una excursión por esta zona, de vacaciones. Somos de Barcelona, Europa.

Los sacerdotes se miraron como si no comprendieran.

-¿Sois sirvientes de los Señores del Inframundo?
-No conocemos a estos señores…
-¿Como habéis cruzado la Puerta del tiempo?
-No sé qué quiere decir… nosotros entramos en la cueva y alguien nos dejó en la salida.
-Los Señores no pasean a nadie, excepto los muertos.

-Deberemos avisar a los Señores del Mundo Interior. Ellos sabrán que hacer.

El Gran Sacerdote, con un mayor número de abalorios diferenciadores, y con el sombrero en punta más llamativo, encomendó a un joven que fuera al “lugar de los Señores”.
Los sacerdotes se tomaron su tiempo mientras interrogaron a la pareja. Se turnaban en las preguntas, hasta que uno de ellos les manifestó que lo que contaban no era posible, con lo que estarían mintiendo. La cuestión era porqué mentían, a quien servían y de donde venían.
Ante las explicaciones de la cueva los sacerdotes manifestaron que era lugar “prohibido” por los Señores y nadie podía acercarse ahí. Sólo por eso podían ser condenados a muerte.
A la vuelta del joven enviado, enviaron a la pareja al “lugar” de los Señores, que habían solicitado su presencia.
Con la misma comitiva que al principio bajaron del edificio de los sacerdotes hacia la avenida y de allí hacia una de las pirámides que aparecían majestuosas a ambos lados. La imagen de aquellas dos perfectas construcciones, que no parecían sufrir los desgastes del tiempo, creaba una sensación de virtualidad, algo que parecía imposible.
Bordeando a cierta distancia una de las pirámides se llegaba a la cara “escondida” de una de ellas. La vegetación llegaba hasta tocar la base del edificio y una puerta en forma triángulo marcaba el punto de entrada. La simbología era distinta a la que habían visto hasta el momento. Ya no eran dibujos y símbolos, ahora eran lo que parecían palabras en símbolos curvos y complejos. Daba miedo a los captores y ellos no iban a acompañarlos.
Los empujaron para cruzar la entrada y les dieron una antorcha mientras se miraban con la incertidumbre de todo aquello. Cada nueva situación superaba la anterior en rareza. ¿Qué era lo que asustaba a aquella gente?

-Roxi; ¿Y ahora qué? ¿Serviremos de comida a algún bicho raro? ¿Es un sacrificio?

-¿Camina! Es lo único que tengo claro, y poco, que debemos hacer.

Antes de entrar los desataron y ahora visitarían el interior de la construcción, o al menos de ese pasadizo. Empezaron su andadura lentamente, mirando hasta donde su visión alcanzaba, unos metros de la cercanía y la oscuridad al frente.
Un centenar largo de pasos obligaba a cambiar de dirección hacia la izquierda en ángulo recto hasta que el sonido de sus pasos se mezclaba con otros ruidos.
Alguien esperaba más allá de la zona visible, a distancia incierta. Se pararon un momento levantando la antorcha. Un par de figuras humanoides de brazos y piernas largos se divisaban a contraluz al final del pasillo.

-Dejen la antorcha en el hueco de la pared!

La voz sonaba lúgubre y con acento extraño. Jordi introdujo el palo de la antorcha en un hueco de la pared al lado derecho. Había varios agujeros.

-¿Avanzamos?
-¡Hasta que se lo digamos!.

Unos pasos lentos y confusos cogidos de la mano confirmaban las dudas y temores sobre lo que podía acaecer. Avanzaron hacia la oscuridad y mirando fijamente las dos siluetas deformes.

-¡Quienes sois! ¡Cómo habéis llegado aquí!

Un olor familiar apareció de repente, así como las ganas de hablar. La pareja intentó contar a trompicones la fuga por el bosque y la visita a la cueva. Sus nombres, su vida, sus dudas, sus miedos y todo lo que aparecía en sus mentes.
La oscuridad les parecía normalizada y no tenían ningún temor. Algo les empujaba a contar todo lo que creían eran preguntas desde el fondo de la oscuridad, de los extraños seres.

-La luz que mostraba aquellas siluetas se difuminó lentamente y un silencio sospechoso extrañó a los dos aventureros. El olor de musgo, hojas secas y humo, que reconocieron igual que el de la cueva les dejó sin reacción. El tiempo se detuvo allí. Aquello no parecía real, pero lo era.
……..

Voces de varias personas se escuchaban mientras Roxi no sabía qué hacer. Tenía los ojos cerrados y abrirlos le producía temor. Como en el despertar de un intenso sueño, con un fuerte dolor de cabeza, miró al techo, con una tela anti mosquitos colgando.
No estaba en aquel agujero oscuro, sino en un lugar “de gente normal”. El dolor de cabeza y un ligero mareo le impidieron levantarse. Al mirar alrededor pudo observar varias camas de lo que parecía ser una especie de hospital rudimentario.
Una señora con aspecto de enfermera se acercó a preguntar por su estado.

-¿Donde está Jordi?
-¿Jordi es su compañero?
-¡Así es!  ¿Cómo está?
-No se preocupe, ha salido un momento al baño.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes es usted?.
-¡Relájese! Está en un punto de cuidados hospitalarios de esta región. Atendemos a la población indígena de la zona.
Por cierto… ¿de dónde salen ustedes?

Roxi dirigió su mente atrás para recordar lo que pudiera, mientras una punzada en el interior de la frente le indicaba que no estaba en perfectas condiciones. Le contó la aventura de los presuntos furtivos y de la cueva y cuando empezó a contar la segunda parte de su aventura, en la ciudad perdida, en el lugar de otro tiempo, donde seres del Inframundo se podían ver, se detuvo. Primero hablaría con Jordi.

-¿Cómo llegamos aquí?
-Les encontraron en la ribera del rio tumbados boca arriba.
-¿Así sin más?
-Bueno, un habitante del poblado cercano, en estado de embriaguez, como acostumbra, contaba que vio como se alejaban de la orilla dos canoas dirigiéndose rio arriba, cuando aquí todo el mundo sabe que no hay ningún poblado rio arriba. En la zona que aquí llaman “Antigua” no vive nadie y nadie va por allí. El pobre borracho quería llamar la atención.
Supongo que más adelante recordarán como llegaron aquí. Mientras, descanse. Aviso a su amigo.



JP

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