(inicio
10-12-2016 – fin 26-2-2017)
Roxi i Jordi habían
planeado el viaje a Perú desde hacía un par de años. Su afición por el
alpinismo y las aventuras en la naturaleza los unía, ya que por carácter eran
bien distintos.
Roxi nació en Cusco y conocía
mil historias que le habían contado sus padres y no dudaba en contarlas y
aconsejar a todos sus amigos una visita a su maravilloso país.
Siempre aprovechaba para
aconsejar humildad al visitar su tierra, ya que los habitantes, especialmente los
indígenas, conservaban un cierto reparo a los españoles.
La ruta contemplaría cuatro
zonas bien distintas; primero irían a Cusco, pasarían por Huayllabamba ,
Pacaymanyu y al Machu Pichu, subiendo por el Camino Inca, después irían a
Nazca, seguirían al lago Titicaca, y
Roxi aprovecharía para conocer la maravilla de la ciudad de Tiahuanacu, ya en
Bolivia, por sus misteriosas construcciones. Después al norte hasta la selva,
donde una leyenda familiar situaba una ciudad perdida, en la zona de Bahuaja
Sonene.
Jordi aprovechaba
cualquier excusa para decir que él necesitaría hoja de coca para aguantar la
altitud, siendo corregido por Roxi con cierto pesar por lo cansino de
repetición de la broma; que lo máximo que probaría sería la infusión de mate… siempre
diciendo tonterías!
Ya sólo quedaba una semana
y los preparativos estaban casi finalizados; documentación, vacunas, material (una parte lo conseguirían en Cusco), ropa
adecuada y sobretodo, Jordi insistía en la brújula. La fantástica brújula que
Roxi le regaló por Reyes dos años atrás. Parecía militar y muy reforzada. Una
tapa con muelle le protegía el cristal. La podía llevar como si fuera un
colgante. Jordi comentaba que por primera vez la necesitarían de verdad, sobre
todo si se perdían en la selva.
Roxi lo miraba de reojo,
siempre diciendo las mismas tonterías.
-Jordi. Llevaremos guía en
Bahuaja Sonene (1). No te vas a perder, además vas conmigo y ya
sabes que ya te salvé de tu perdición hace mucho, aunque no de tu despiste.
(1) Parque nacional de Bahuaja Sonene al
norte del lago Titicaca.
-Tú dirás lo que quieras,
pero ya verás como la brújula nos salvará, lo he soñado.
-Deja de soñar, o al menos
de contarlo, que la gente me dice si no estás bien del todo cuando hablas de
tus misterios, ovnis, espíritus, pies grandes, pirámides de extraterrestres y
de la Atlántida.
Jordi se quedó mirando a
Roxi con su simpática sonrisa. Era su verdadero talismán.
Roxi pensaba que el
segundo talismán de Jordi era su trasero.
La noche anterior a la
partida de Barcelona organizaron una cena en su casa, llena de objetos de Perú,
piedras del Machu Pichu, arena de la playa de Chala (Roxi contó que por allí
pasaba la carretera panamericana), tallas de piedra indígenas, incluso pinturas
que decoraban más de una habitación.
Cada vez que ella había
visitado a su familia y cuando venían sus padres a visitarla a Barcelona traían
cosas de su país, del que estaba muy
orgullosa. Especialmente de un amuleto de obsidiana en forma de flecha que
había pertenecido a su familia por generaciones y que alimentaba la leyenda de
la ciudad perdida de la selva en Bahuaja Sonene. Cada generación había
transmitido que un antepasado había vivido en esa zona y trajo consigo la
flecha de mineral como prueba de sus habitantes, aunque esa pieza no demostraba
nada porque había piezas de obsidiana y otros materiales en muchas partes del
Perú.
La cena congregó al Grupo.
Los más allegados que también compartían la afición de la montaña y la
escalada. Los diez amigos hablaron de la envidia que les producía ese fantástico
viaje, de las fotos que deberían tomar y de disfrutar por ellos.
El avión volaba directo
hasta Cusco con LATAM desde el aeropuerto del Prat en Barcelona. Habían
comprado los billetes 7 meses atrás. Las dos grandes mochilas, la riñonera de
Jordi y el bolso de Roxi eran su equipaje cuando realizaban salidas para
caminar.
En Cusco, Andrés, el
hermano de Roxi, los recogería en el Aeropuerto Internacional Teniente
Alejandro Velasco Asete.
En el gran avión Jumbo que
les transportaba, que no estaba lleno, les permitió un plus de comodidad y
espacio.
Al llevar ya varias horas
de vuelo, a punto de entrar en el continente, al sur de las Barbados, avisaron
de turbulencias, normales en esa zona. Jordi comentó que al acercarse a la zona
del Triángulo de las Bermudas los aparatos electrónicos no funcionaban
correctamente, que lo había leído.
Roxi le lanzó su
mirada-laser con contención.
-Sólo a tener en cuenta,
querido, que estamos a más de dos mil quilómetros de esa zona, sabiondo.
-Sólo era para animar el
ambiente… ¡suspicaz!
Y sonrió, como
acostumbraba. Parecía que le gustaba
hacer rabiar a Roxi hasta cierto punto, donde evitaba traspasar la raya
para evitar males mayores. Roxi era inteligente, guapa, fuerte y lista. Todo a
nivel de su carácter. Pero no lo podía evitar.
El avión dio un par de
sacudidas más fuertes de lo habitual, después de que las azafatas ordenaran
sentarse y ponerse los cinturones, en dos idiomas.
Con la mirada al frente,
Jordi empezó una frase..
-Con esas sacudidas seguro
que se han perjudicado las a..las..
Y cesó de continuar el
comentario, viendo la cara de Roxi, que se había asustado.
-Cariño, cuánto tiempo
hablando de este viaje y .. ¡por fin! Lo pasaremos en grande. Y cuando
encontremos la ciudad perdida, además, famosos y ricos… No es na…
-Lo único que vas a
encontrar es un puño que te dejará chichón
en el cogote si no cesas de decir tonterías.
-Anímate Roxinita, que
estamos de vacaciones, en Perú, 26 dias, con sus días y con sus noches…
-Guarda tus energías para
las piernas, que luego te tiemblan…
Estoy feliz!. Mi hermano
Andres nos recogerá, tengo muchísimas ganas de verlo, y a Tinita, su peque.
Hace mucho que no nos
vemos.
-Ahora me gusta! ya
empiezas estar positiva.
El mar verde que se
divisaba desde las ventanillas mostraba la inconmensurable dimensión de la
Amazonia.
El tren de aterrizaje hizo
temblar los pies de los pasajeros en la parte central del avión con un ligero
zumbido. Ya estaba bajando y le faltaba poco para posar las ruedas sobre la
pista hasta que un chirrido y los amortiguadores entraron en acción.
Ya casi saliendo del
aeropuerto y habiendo recogido la mochila sin incidentes, el hermano de Roxi
movió los brazos pasada la puerta de llegadas.
Ciertamente eran hermanos.
Un abrazo y un encaje de
manos para Jordi, ya que no se conocían. Fueron al parking y salieron hacia la
casa de los padres.
El ambiente familiar en
casa de Roxi, y estar en un país como Perú, conseguía que estuviera de muy buen
humor, a parte de las vacaciones y su trabajada ruta. Se encontraba totalmente
a gusto, riendo con los padres de Roxi y entablando una conexión imprevista con
Andrés. Roxi lo mirava con cierta y
agradable sorpresa.
Jordi no era de los
relaciones públicas que hablaba con todos , solamente con cierto tipo de
personas se manifestaba abierto y sonriente. Eran los menos. Era un compañero
auténtico. Y cuando estaba en la naturaleza parecía fusionarse con ésta.
La primera parte era la de
Machu Picchu por el Camino Inca. Cogieron el tren de Cusco hacia Machu Picchu y
bajaron en el km 82. Allí con dos guías locales y durante cuatro días
recorrieron el conocido camino de piedra pasando por otras ruinas incas,
bordeando el cañón del Urubamba, fotografiando cascadas, bosques y las nevadas
cimas.
Iban con un grupo de 14 tuiristas
más y establecieron amistad con otra pareja de México. Jordi daba gracias al
Dios que ya no se usaran maquinas de fotografiar analógicas, con sus carretes.
Con su digital-automática tomaría cientos de fotos, con sus selfies
correspondientes.
En el recorrido, echaban
de menos poder dedicar más tiempo en algunos lugares y hacer otros recorridos
de los que estaban informados, pero el tiempo era limitado y debían ceñirse al
plan.
La llegada al santuario
provocó una emoción vertiginosa a Jordi, como las sensaciones de ver algo casi
imposible. Roxi había estado de pequeña con sus padres y estaba familiarizada
con ese entorno.
Jordi no salía de su
asombro y aprovechaba para contar anécdotas sobre Machu Picchu del libro que
había leído. Ya sólo con aquel espectáculo se daba por satisfecho.
Contaron a sus amigos
mexicanos sus siguientes rutas por todo el país con emoción. Los escuchantes
expresaron su envidia sana.
Regresaron con bus hasta
el pueblo y volvieron a coger el tren para Cusco y descansar un día. Esperaba
la costa del Pacífico, esperaban las conocidas y fascinante líneas-dibujos de
Nazca.
Andrés les llevó de nuevo
al aeropuerto. Había 688 quilómetros de distancia entre Cusco y Nazca. Con los
días disponibles era mejor moverse con avión aunque inicialmente habían
planificado hacer todo el recorrido en coche para conocer mejor los lugares. El
tiempo disponible y las rutas planificadas para caminar convertían en imposible
las dos cosas.
En una hora llegarían a
Nazca.
Se suponía que los dibujos
de Nazca eran visibles desde el aire pero pensando en la distancia de un avión
o avioneta. No parecía que a nivel de satélite se pudieran detectar, pero era
cierto.
Hablaron brevemente de las
típicas preguntas de la función de los dibujos y quienes los realizaron. Jordi
se abstuvo de las teorías extraterrestres que Roxi desechaba, aunque se le notó
la represión.
Recorriendo a pie 20 km
desde Nazca, bordeando la carretera Panamericana, se llegaba al llamado Mirador
de las líneas de Nazca. Desde allí se podía divisar varios de los dibujos, y
mejor con la ayuda de unos prismáticos. El Colibrí, el Mono, la Araña, la
Espiral. Las Manos estaban muy cerca del mirador. Y para finalizar, recorriendo
un poco de Panamericana hacia el norte, pero muy cerca, había la posibilidad de
divisar la Espiral desde muy cerca.
Por Internet Jordi había
visto que al sur de la ciudad de Nazca, tocando a la ciudad, también se
divisaban líneas extrañas, pero no tan famosas como las que tenían formas más
curiosas. Lo dejarían para otro viaje.
Debían coger un bus en
Nazca hacia La Paz (Bolivia). Bajarían un poco antes, en Tiahuanacu (unos 1.000
km de recorrido), para visitar la ciudad arqueológica.
Las rutas de autobús no
eran lo mejor, pero lo habían decidido así.
En los dos días de recorrido
se lamentaron de la pérdida de tiempo, aunque las razones económicas también se
habían tenido en cuenta. El viaje permitía conocer el paisaje i hablar de lo
hecho y preparar lo siguiente.
Desde Tiahuanacu, al
sureste del lago Titicaca y a unos 10 kilómetros de distancia se podría hacer
en un recorrido muy interesante y no en autobús como estaba previsto. Tampoco
implicaba alargar la estancia o modificar los planes.
La antigua ciudad tenía un
puerto ya que había estado a orillas del gran lago pero la orografía debió de
modificarse con el paso de los siglos.
En la misteriosa ciudad
arqueológica, Jordi no pudo reprimirse para contar que la Puerta de Sol,
compuesta por tres bloques y aún en pié, que alguna teoría indicaba que la
puerta tenía la capacidad de ser interdimensional.
-¿Y sin pomo para entrar?
¿Y dónde estaba el botoncito interdimensional? Y si la puerta de destino ya no
estaba, ¿te darías un porrazo interdimensional? Has visto demasiados capítulos
de Stargate…
-Bueno…sólo era una cosa
que leí. Por cierto, la ciudad perdía un poco después de haber visitado Machu
Picchu. Pero el lugar también tenía aquella energía telúrica que te hace
“sentir”.
Se notaba que Jordi no
podía soltarse para evitar los comentarios de su pareja. Por suerte, la cosa
había ido a mejor con el tiempo y Roxi aceptaba esa conducta como parte del “paquete”.
A la mañana siguiente,
mochilas a la espalda, empezaron el recorrido a pie.
Les contaron que el nombre
de Tiahuanacu provenía de un error de los españoles al llegar al lugar. Al
consultar a los indígenas les dijeron que el lugar era la “ribera seca” con su lengua, y los españoles anotaron el
nombre de Tiahuanacu pensando que era el nombre de la ciudad.
El recorrido hasta el lago
Titicaca era tranquilo y se informaron de presuntos peligros. No había problema
mientras se desplazaran con luz del sol. Por la noche, pocos lugares eran
aconsejables.
La altura incomodaba un
poco, 3.800 m, pero tenían buen fondo físico y mentalización. El recorrido no
tenía nada especial, rodeado de campos de cultivo y cadenas montañosas a ambos
lados del valle que desembocaba en el lago. El ambiente era fresco y siempre
por debajo de los 10º. En un par de horas se llegaba ya que se trataba de 10
km. No se proponía como ruta interesante en las guías.
Iban por una vía dirección
a Guaqui, ribereño del lago y donde podrían recorrer una parte de éste con una
especie de ferry turístico. En Guaqui, un canal artificial entraba tierra
adentro, hasta acercarse al pueblo.
Antes de salir se
informaron para dar una vuelta en barco o de recorridos turísticos.
Sólo pretendían dar un
paseo y ver algún poblado indígena. A esa altura del viaje, llevaban 14 días de
intensa actividad, se querían tomar un descanso, recuperar fuerzas y afrontar
la ruta final.
La parte final del viaje
empezaría en bus, bordeando el sur del lago y tras varios trasbordos y 3 días
llegarían a San Lorenzo a 450 km del punto de salida del lago Titicaca.
Allí alquilaban un
todoterreno y un guía previamente contratado y entraban en la selva, ya inicio
de la Amazonia, y donde intentarían explorar el lugar donde el antepasado de
Roxi dijo que debía estar la ciudad perdida.
Había muchas leyendas
sobre ciudades perdidas en la selva amazónica, incluso se habían encontrado
algunas en centro y Suramérica. Pero no había ningún dato sólido sobre aquella
ciudad.
Desde San Lorenzo tomaron
un camino que se adentraba en la selva dirección noreste hasta que desaparecía.
Eran 40 kilómetros siguiendo el curso de un rio de color amarillo-marrón.´Un
afluente de otros afluentes hasta llegar al Amazonas. Un descenso de los Andes
hacia las tierras bajas de la selva.
Unay, un guía que conocía
bien la zona, con facciones indígenas y bien fornido, les contó por el trayecto la idea que él tenía
en base a lo que pretendian. La pareja le había comunicado su deseo de “explorar” la zona dando prioridad a
cualquier vestigio de cultura antigua que hubiera por la zona, si la había, o
incluso dejarse llevar por leyendas y afirmaciones de los más viejos del lugar.
Aunque habían mantenido
contacto durante varios meses para saber algo más de lo que podían planear como
ruta, era difícil plasmarlo en un mapa, ya que no había caminos y deberían
cruzar bosque virgen y una orografía complicada. Llevarían cierta carga extra y
no debían arriesgarse.
Aquello era un parque
nacional, pero el nombre no significaba más que unas rutas controladas,
inmensidad en la selva y nada cuando salías de las rutas marcadas.
Unay conocía bien el
riesgo de estas aventuras, tenía experiencia y por tanto precaución. Llevarían
medicamentos aceptando que no era médico y que volverían en caso de cualquier
problema que él considerase preocupante.
Había por delante 10 días
de recorrido indeterminado. Jordi y Roxi pasaban un momento de subidón al empezar
a poner en práctica la pequeña locura de pequeños Indianas en la selva
amazónica. Sabían que no podían hacer un gran recorrido por una zona poco explorada
y sin caminos. La lluvia, los cursos de agua, la temperatura, los animales
(especialmente los más pequeños), podían complicarlo todo. Y lo más temido,
sufrir un accidente como una caída y romperse un hueso. No había cobertura
desde poco de salir de San Lorenzo, y aunque habían informado a las autoridades
del pueblo del recorrido conocido, no reaccionarían hasta que hubieran pasado
los 10 días previstos, en caso de no volver.
Unay conocía el punto
donde se acababa el camino y el lugar
para cruzar el rio. Un rústico puente de cuerdas que gustaría a la pareja.
Seguro que echarían unas fotos, valía la pena. A partir de ahí no había
senderos y sólo pasos de animales. La vegetación aún permitía caminar y los
desniveles superables con cierta comodidad. El paso sería lento. Unay llevaba
consigo un machete y un rifle, como buen guía. Y se atrevió a preguntar qué
deseaban encontrar.
-Pues, la verdad, es una
larga historia. Es más una ilusión que nos hemos ido trabajando y esta “no
ruta” es el resultado. Pasear por una zona para “probar”, encontrar una pista,
una piedra, una posibilidad.
-¿Pista para qué?
-De restos arqueológicos.
-Pero los más próximos conocidos
están muy lejos…
-Ya, pero….
(Roxi y Jordi contaron la
historia del antepasado de Roxi y el
famoso amuleto de obsidiana. La mirada de Unay lo decía todo).
-¿Un amuleto de obsidiana?
¿Con algo especial?
-Tiene unos grabados de
una precisión y belleza que sorprenden a cualquiera que lo ve.
-¿Y lo tienen referenciado
por algún especialista? ¿Tienen un informe de autenticidad?
-En la familia hemos dado
validez a la información de nuestro antepasado.
-Ya saben que, aparte de
la autenticidad del amuleto, puede que no signifique nada. Puede haberse hecho
en la época de su antepasado y los grabados resultado de la imaginación del
artista.
-En la familia no le hemos
buscado ese aspecto. Si alguien ha dudado no lo ha querido comentar muy alto.
Parece ser que el requetebisabuelo gozó de muy buena imagen y nadie quiso dudar
de su opinión. Aunque yo misma nunca he tenido claro este asunto, pero no me he
querido librar de la emoción de esta aventura.
-Como pueden suponer, no
hay garantía de nada, excepto de que una vez entremos en el bosque, cada vez
será más difícil cambiar de opinión.
Si no conocen la zona,
deben saber que la temperatura irá en aumento a medida que vayamos al este y
bajemos de altitud. Por otra parte a medida que sube la temperatura también
aumentará la humedad y disminuirá el viento. Los primeros dos días serán
frescos y después ya no, excepto por la noche. Y ya en zona baja, será más
difícil transitar, ya que muchas zonas pueden estar inundadas. Lloverá a menudo,
aunque poca cantidad y dificultará la marcha. Intentaremos descansar al bajar
el sol y buscaremos aprovechar las oquedades naturales si es posible.
He hablado con conocidos
que han estado por la zona y todos coinciden en que no será una ruta sencilla. Décadas
atrás se buscó por esa zona petróleo y otros minerales, pero murió gente y
nunca se supo que ocurrió de veras.
No hay ningún punto
habitado en la zona. Ni deshabitado que sepamos, a no ser que descubran esa
civilización (la expresión sonó un poco a sorna).
Era mediodía y decidieron
partir hacia el este. La aventura empezaba. Primero debían cruzar el rio.
Tomaron curso abajo un par
de kilómetros. Los picos nevados al oeste dejaban la zona sin sol y frio, pero
el paisaje relucía por su inmensidad. El rio de color ocre y verde, dependiendo
del lugar, señalaba altitud y fuerza para arrastrar sedimentos. Las águilas
aparecían de vez en cuando cruzando las zonas altas y vigilando su área de
caza. Algún venado peludo y asustadizo se dejó ver como corría a esconderse.
Después de un pequeño
meandro en el río y desde cierta altura, el rústico puente de cuerdas aguantaba
milagrosamente. La pareja se cruzó una mirada de complicidad y una sonrisa.
Compartiendo experiencias disfrutaban de sus momentos de más unión.
Antes de cruzar el puente
le preguntaron a Unay el porqué del puente si no había nada al otro lado.
-Cruzando rio abajo se
llega a un pequeño poblado agrícola a unos 20 kilómetros al norte. El puente lo
repararon para que el poblado pudiera tener un eje de comunicación. Años atrás,
antes de cruzar el rio hubo un pueblito y era el punto de paso.
También los viejos dicen
que siempre ha habido puente, de un tipo o de otro, aunque no se conoce desde
cuándo. Igual si hubo habitantes generaciones atrás.
Unay entró en el estrecho
puente de gruesas cuerdas provocando que todo él se moviera. Parecía frágil,
pero era seguro, para el peso de unas pocas personas.
La base de cuerda entrecruzada
era suficiente para el paso lento y prudente. Las barandas permitían mantener
el equilibrio y la emoción de un paso flexible y en movimiento. Unay advirtió
de evitar la típica broma para mover el puente.
En los aproximadamente 150
metros de puente pudieron dar el pistoletazo de salida con puntuación de
“espectacular” y sin posibilidad de foto por no abandonar las manos de las
barandas. No hizo falta hacer ninguna broma para que la flexible construcción
se moviera suficiente para poner a prueba el equilibrio de los tres. Aunque con
disimulo, tanto Roxi como Jordi tuvieron sesión de cosquillas de adrenalina en
el estómago.
Al “tocar tierra” en la
otra orilla se quisieron hacer un selfie, convenciendo a Unay de salir con
ellos.
Unay parecía un guía serio,
pero tenían buenas referencias de él.
Pasado el puente había un
pequeño sendero que seguía el rio abajo, hacia el norte y ellos se dirigían el
este, también siguiendo el curso a contra corriente de un riachuelo que
desembocaba en el que acababan de
cruzar. Unay les habló que sin camino la mejor manera de avanzar era
aprovechando las oportunidades “naturales”; cursos de ríos, zonas con
vegetación baja, evitar desniveles excesivamente pronunciados (donde podrían
necesitar equipo).
Hablaban mientras
caminaban y a la pareja les gustaba escuchar a su guía, ya que además
necesitaban confiar en él.
-Como no teníamos una ruta
concreta preparé un punto de destino. Así, podíamos controlar las distancias y
los accidentes geográficos más importantes. Podía calcular algunas etapas y
puntos reconocibles.
Como ya llevaban un par de
horas caminando, Unay decidió mostrarles en un mapa cual era su plan. El punto
de destino era la “montaña roja”, una elevación moderada en el descenso andino
que por su color y falta de vegetación era un buen punto de referencia.
A la pareja les pareció
una buena idea aunque no evitó algún comentario.
-¿Has estado alguna vez
allí?
-Nunca.
-Si encontramos algo que
indique construcción o algo “extraño” como un grabado en roca podríamos cambiar
planes, supongo.
-Evidentemente. Es más, yo
he preparado una ruta, pero mientras no comprometamos el tiempo de la caminata
y no corramos riesgos innecesarios, estoy a su consideración.
-No nos hables de usted,
por favor.
-Lo intentaré señores.
Pero igual se me escapa…
Rieron los tres, siendo la
primera vez que vieron los blancos dientes del guía. Con su oscura piel aún
resaltaba más de lo habitual.
Siguiendo curso
arriba le preguntaron a Unay el tiempo
que seguirían el curso del riachuelo. A un par de kilómetros el rio tuerce al
sur y lo deberemos abandonar, sino lo impide antes alguna dificultad en el
paso. Aunque ya deberíamos empezar a buscar un lugar para pasar la noche a
resguardo. En caso contrario, las tiendas las plantamos en el bosque, pero
siempre preferible un hueco en roca o lugar protegido del viento, siempre será
más seguro.
Siendo el primer día, la
experiencia resultaba de lo más atrevido y curioso, aunque incumplían una de
las normas sagradas de los excursionistas; planificar las rutas en su totalidad
y no aventurarse en lugares donde no tuvieran información. Pero el expediente
“de profesionales de la bota” lo cubrían con un buen guía.
Decidieron llegar a unas
paredes que se veían a poca distancia entre la vegetación, como mucho a 30
minutos o una hora si no había
problemas.
-¿Hay animales peligrosos?
-El Chupacabras.
Fue la respuesta con
facción seria de Unay.
-¿Qué es el Chupacabras?.
-Es un animal que no come
a sus víctimas, sino que les saca toda la sangre. Cuando encuentras a sus
víctimas están totalmente secos. No se detecta muy a menudo, pero es fatal…
-¿No será verdad?
-No lo es… (su sonrisa mal disimulada le hacía merecer
el título de bromista).
-Es una leyenda, hay quien
sí cree en él y hay quien no. Yo particularmente pienso que puede ser otro
animal y que por el tipo de herida o por alguna sustancia anticoagulante
desangre a sus víctimas. Por esta zona no se sabe de ningún animal o persona
atacado por ese animal. Como no vive nadie por aquí, no pueden contar.
A parte del misterioso
Chupacabras hay pumas, serpientes,
conejos, ratones, pájaros de los que vuelan y de los que no y un insecto muy
venenoso, el Chuy, además de una multitud difícil de enumerar. Pero no son
animales que nos estén esperando. Si no se sienten atacados no deberíamos tener
problemas.
-¿El Chuy? ¿Qué es eso?
-Es como el Chupacabras
pero en insecto y pequeñín. Chupa y como consecuencia dices “huy, huy”, de ahí
el nombre de “Chuy”.
Ahora la sonrisa
disimulada ya mostraba la blanca dentadura y un poco de sorna.
A Jordi le pareció una
broma divertida y se echó a reír.
-Si vemos un Chuy lo
cogemos, ¿vale? (a Jordi parecía que le
iba bien ese tipo de broma).
-Unay: ¿No se conoce de
que hubiera algún tipo de tribu por esta zona? ¿O más abajo ya en la zona baja?
-Como sabéis, en la
Amazonia hay zonas inexploradas y se sabe de alguna tribu, pero yo no he oído
hablar de nada parecido por la zona, aunque estas tribus no existen hasta que
alguien las ve. Yo creo que si las hay estarán mucho más al este, y en zonas de
más difícil acceso o más separadas de la civilización. Ya les comenté que las
conocidas estaban mucho más al norte.
La zona de aproximación a
las Paredes no parecía excesivamente complicada y era aconsejable encontrar
resguardo para pasar la noche. Debían abandonar el paso siguiendo el riachuelo
y entrar en el bosque. Estaba bastante seco y permitía caminar sin los
inconvenientes de las zonas húmedas. El guía temía por encontrar zonas
inundadas o que dificultaran el paso y obligara a desviarse.
Unay utilizaba poco el
machete y abría paso. Una ligera pendiente indicaba que nos íbamos acercando a
la primera parada. Unos jabalíes nos cruzaron a la carrera, con los pequeños
detrás, y provocando un ruido de ramas rotas muy escandaloso. Un susto
agradable a la vista, aunque el guía soltó el machete para coger su rifle, por
prudencia. ¿Y si algún animal perseguía la familia porcina?.
-En un par de días deberemos
cazar algo para comer. Lo que llevamos no durará para siempre, aunque
encontraremos algunos frutos que nos ayudarán. De agua no tendremos problemas,
ya que abundan los riachuelos y fuentes.
-Que crees que tardaremos
en llegar a las Paredes?
-No creo que más de 20
minutos, se ven cerca.
Aunque con un pequeño
rodeo para llegar a la zona, encontraron una hondonada con una pequeña cavidad
en una gran roca que parecía hecha adrede para lo que buscaban. No hacía falta
llegar a las Paredes que quedaban a unos 200 metros.
Parecía una gran roca
caída de los peñascos y que había quedado casi en la mitad de una depresión
rodeada de inmensos árboles y una vegetación impetuosa, con multitud de pájaros
que parecía iban también a dormir allí. Debatieron si desplegar las tiendas en
la oquedad o si simplemente apoyar unas
ramas para sellar de alguna manera el agujero. Unay prefería abrir la tienda
por dos razones; la primera porqué ya que la debían transportar, debía
utilizarse y la otra por el frio que pudiera hacer en la noche.
Sin darle más vueltas
desplegaron las tiendas. La de Roxi y Jordi era de las que se dejan caer en el
suelo y se despliegan solas. Siempre provocando una pequeña sorpresa por su
practicidad. El guía pensó que debía tomar nota para la próxima. Las conocía,
pero tenía apego a su tiendecilla individual, amiga de otras batallas.
Antes de oscurecer,
prepararon un pequeño fuego que utilizaron para calentar comida. También aprovecharon
para ponerse una capa más de ropa. Las duchas de agua caliente las dejarían
para más adelante…
Los pájaros llegaban en
oleadas, indiferentes a las dos grandes águilas que cruzaban por encima de los
acantilados cercanos. Parecía como si se conocieran y que era la hora del
descanso.
El ruido de los pájaros
aportó un imprevisto a la tranquilidad que habían respirado hasta el momento,
que incluso les hizo pensar en los pocos animales que habían visto, siendo el
lugar que era.
Tampoco habían visto ninguna
civilización perdida ni escalinatas al cielo. No sería por no estar avisados.
El agujero en la roca
dejaba suficiente espacio para las dos tiendas y a unos metros, aún cubierto
por la roca, el fuego que podía mantenerse encendido un buen rato más.
Al caer el sol, en unos
minutos, el lugar oscurecía y el silencio tomaba posiciones. Sólo alguna ave
nocturna dejó entrever su silueta y un búho cerró la sesión con su particular
aviso. El resto de sonidos, de los pájaros concentrados, fue rápidamente
silenciado. Aviso para dormir. Por la mañana deberían seguir y avanzar.
El segundo día amaneció
frio, muy frio. Al sacar la cabeza de la tienda, Jordi volvió a cerrar la
cremallera y se quedó dentro.
-Hace mucho frio cariño!,
pero mucho.
-Pues enciende fuego mariquita!.
A ver si yo también tengo que pasar frio! Al menos haz un poco de café!
Cerca del fuego apagado
había un montón de leña que Unay había preparado. Volvía con hojas y hierba
seca para iniciar el fuego.
-Que tal Jordi! ¿Habéis
dormido bien?
-Sí, gracias. ¿Tú también?
-Fresquito.
-¿Es normal esta
temperatura?
-Es la cercanía de la
cordillera andina y sus aires refrescantes…
-¡Vaya que sí son
refrescantes!
-Al salir el sol la cosa
se pone mejor. Y a medida que descendamos también. Serán un par de días, ¡ya
verá!
-¡De tu!
-OK Jordi. He mirado por la cercanía y podemos tomar un
estrecho que hay cerquita en vez de volver al riachuelo, parece mejor camino.
Me preocupa que la presencia de agua en la ribera del rio nos complique el
paso. Casi prefiero el bosque, sino es muy denso. Desde más altura se puede ver
mejor la orografía y los prismáticos nos ayudarán más que en zona baja.
Después del café y unos
huevos revueltos desmontaron el campamento y prepararon las mochilas.
Los primeros pasos siempre
son agradables y en esa salida experimental era como un misterio continuo,
controlado, pero motivador.
En pocos minutos entraron
en un estrecho cañón que cruzaba todo el montículo. Las paredes a ambos lados
estaban ligeramente inclinadas pero daba la sensación de verticalidad por la
altura y por la falta de luz. El suelo era rocoso, de las piedras que habían
caído y casi sin vegetación, por falta de luz. Daba un poco de sensación de claustrofobia,
sobretodo porque no sabían lo que habría en la siguiente curva del cañón. Pero
se desvelaría pronto porque no cubría una gran distancia. En unos minutos ya se
divisaba la luz y la vegetación al otro lado. Una ladera suave les haría bajar
unos centenares de metros para entrar en bosque tupido en la dirección correcta.
Unas nubes oscuras
cruzaban el cielo entre paredes y amenazaba lluvia. Unas gotas golpearon sobre
los chubasqueros y las mochilas de forma sonora pero sólo fue eso, un aviso.
El descenso suave era
agradable, con la vegetación de hierba y matojos que llegaba a las rodillas. El
paso era fácil y daba la impresión de las escenas de Heidi en los dibujos.
Verde, flores, alegría y nubes. Ahora bajaban los tres sin fila india pues lo
permitía el lugar.
-Quietos ahí, un momento,
que echo una foto.
Pararon un instante y
tanto Jordi como Roxi se prepararon para el postureo de costumbre mientras Unay
se tomaba aquello como obligación.
Al llegar al bosque les
dio una sensación de protección mientras los grandes y verdes árboles cubrían
el cielo. El suelo, con muchos arbustos y poca hierba aparentaba un cómodo
caminar. Sólo unas grietas de vez en cuando aconsejaban prestar atención para
evitar una torcedura de tobillo. El ritmo era bueno y el día aguantaba. Si
seguían así podrían cubrir una buena y bella distancia.
Descendían poco a poco
casi sin notarlo i de vez en cuando saltaban pequeños arroyos sin dificultad.
Jordi no perdía la
costumbre de explorar el entorno a la vez que cuidaba donde ponía los pies. Sin
decirlo, tenía la pequeña esperanza de encontrar alguna cosa que pudiera
significar artificialidad; una piedra con una marca, unos peldaños, una cueva
antiguamente habitada, un camino antiguo, cualquier cosa que mantuviera la esperanza
y la emoción.
Unay no iba deprisa, no
hacía falta. Tampoco hablaba mucho, excepto cuando paraban a beber.
En unas rocas con formas
curiosas pararon a comer algo. El segundo día ya había soltado unas horas y
habían conseguido avanzar varios kilómetros por la belleza verde. La máquina de
fotos de Jordi había tomado un montón de fotos de paisajes, rincones, piedras,
riachuelos y animales.
El lugar de descanso era
un claro donde se podía percibir los rayos del sol. Más necesario era a primera
hora pero era suficiente y reparador.
Las mochilas aún
conservaban algún que otro embutido, latas de comida y poca agua, que se podía
reponer sin mucho problema. Era agua andina y proveniente de nieve, aún. Debían
ahorrar algo de comida por si acaso. No podían depender de lo que pudieran
encontrar y tuvieron que racionar las reservas por precaución.
Siguieron unas horas sin
incidentes a parte de una torcedura de tobillo de Roxi sin consecuencias. Por
la noche le echarían un vistazo, pero no le dolía mucho.
Esa segunda noche
cortarían unas ramas para preparar una cabaña aprovechando tres troncos de
árboles que estaban muy juntos y podían aguantar las ramas horizontales con
comodidad. Atarían otras ramas más grandes con cuerdas para bloquear la parte
de entrada. Mantendrían un pequeño fuego rodeado de piedras en el interior de
la construcción. No parecía haber riesgo de incendio.
Unas bayas y algunos
tubérculos que Unay sabía encontrar permitirían hacer una sopa caliente. Un
pequeño animal parecido a un conejo acompañaría la cena. Y aún quedaba sal.
El tercer día amaneció con
una llovizna incómoda. Al salir de la cabaña de ramas se oía el ruido de las
hojas más gruesas recibiendo las gotas como golpes secos y ahogados. No se
escuchaban ni pájaros ni otros habitantes. Era inquietante.
Decidieron esperar un rato
antes de partir, para evitar la lluvia, que siempre era molesta, y el cielo
avisaba.
Las nubes evitaban el sol
y la buena luz, agradable para moverse debajo de árboles tan altos y vegetación
tupida.
El golpe seco de un trueno
rompió la rutina de las gotas en el bosque.
Roxi rompió el sonido de
la naturaleza.
-Habéis oído?
-El qué , el trueno? Ha
sido un trueno? Con eco?
-Eso parece, aunque … muy
corto. También podría ser un disparo, pero dudo que haya cazadores por aquí.
¿Os parece que sigamos o nos quedamos de secano? Si nos quedamos deberíamos
acondicionar el lugar para evitar mojarnos. No parece que esto acabe pronto. Si
preferís seguir ruta será lenta y no haremos una gran distancia. También
podríamos avanzar para encontrar un lugar mejor para resguardarnos y allí
preparar un buen fuego.
Jordi respondió rápido.
-¡Apuesto por esto!
Busquemos un mejor lugar de acampada y si antes de encontrarlo cesa la lluvia
podemos seguir.
-¿Qué te parece Roxi?
-Que un rato de lluvia
también puede ser interesante. Pero el fuego deberá ser suficiente para secar
la ropa mojada y sobre todo las botas.
Los tres llevaban ropa
impermeable, tanto chaqueta como pantalón. En lugares donde puede llover o por
simple precaución siempre llevaban esta muda. También era buena como capa para
el frio. Y de momento estaban utilizando todo lo que llevaban, o casi todo. Las
linternas frontales y los machetes aún estaban en el rincón sin uso de la
mochila.
La hierba mojada frotaba
la tibia de los caminantes produciendo el sonido metálico de los impermeables
mientras algunas gotas salían despedidas aleatoriamente.
Unay amortizaba el
sombrero de cowboy y Jordi la gorra de visera larga color rojo también cubierta
por el gorro del impermeable.
La lluvia se hacía más
consistente y molesta. Roxi se había puesto también la gorra de visera que no
le gustaba usar, pero evitaría mojarse la cara continuamente.
El suelo también empezaba
a estar enfangado y encharcado. Tenían ganas de encontrar un buen lugar para
parar y buscaban de momento el montículo más cercano en busca de rocas, paredes
o cualquier cosa que les permitiera estar a cubierto y cumplir el placer de
hoguera y secado.
Las zonas semi tropicales
y tropicales tenían el riesgo de los agentes climáticos, pero no acostumbraban
a ser muy duraderos.
Un rayo cayó cerca de los
caminantes, a unos 500 metros en frente, provocando una humareda que se pudo
ver un breve rato ya que la lluvia se encargaría de sofocar.
Una zona rocosa, por
suerte abundante en las pendientes andinas, invitaba a acercarse.
Las rocas tenían pequeños
agujeros insuficientes para las necesidades del grupo y decidieron seguir
buscando hasta llegar a la “puerta”. En un pequeño pliegue en la pared, que
parecía meterse en ella, pudieron encontrar la entrada a una cueva o lo
parecía. Lo sorprendente era que la llamaron puerta porqué se trataba de un
agujero con forma geométrica, que parecía una puerta de esquinas de 90 grados y
altura de unos tres metros.
Se metieron dentro sin
pensar que algún animal podía estar refugiado allí. La lluvia provocaba tomar
decisiones rápidas.
Sería demasiada suerte que
aquella monumental entrada pudiera ser lo que buscaban. No pensaban en analizar
en profundidad la forma de la entrada ni las marcas que parecía contener en el
supuesto marco, probablemente consecuencia de la lluvia y las curiosidades de
la naturaleza.
Al cruzar la puerta
encontraron un suelo de piedra casi liso que perduraba unos diez metros en el
interior, donde ya la falta de luz les impedía conocer más detalles.
-¿Bendita cueva! (sugirió
Roxi).
-Qué cosa más rara. Unay,
¿habías visto una cueva con esta forma de entrada alguna vez?
-Sí es un poco extraña,
parece labrada para guarecerse.
Se quedaron pensativos
aunque de momento, y con Jordi soltando mentalmente su adrenalina para
especular, decidieron llevar a cabo el plan de plantar un fuego y secar la ropa
y las botas. Lo más difícil sería encender el fuego, pero ya se apañarían.
Cerca de la entrada de la
Puerta había leña que podía servir, ya que al estar cerca de la pared no estaba
totalmente empapada.
Dentro, después de echar un
vistazo con linterna, Roxi contaba con sorpresa la forma de la cueva, con el
suelo liso y varios túneles. Después de preparar el fuego y desplegar las
tiendas colocarían la ropa y hablarían del nuevo plan.
Jordi no se podía
contener.
-No creéis que esta cueva
puede haber servido de refugio de algún pueblo en tiempos remotos? O ser un
lugar de culto? Esa puerta no parece de “fabricación natural”. Sus esquinas son
demasiado perfectas y el suelo liso parece acondicionado artificialmente.
Unay dio su opinión.
-Deberemos consensuar lo
que queramos hacer a partir de ahora. Si destinamos demasiado tiempo a hacer de
espeleólogos o investigar por la zona en busca de la “civilización perdida”
romperemos la ruta prevista inicialmente. Y que conste que por mi parte no hay
problema.
Roxi continuó.
-Que frio! Tomemos algo
caliente por favor, yo necesito recuperarme.
Este lugar parece
agradable y le podemos echar un vistazo. Si vemos que no merece la pena
arriesgarse dentro de la cueva o si no hay nada en el exterior que valga la
pena, podemos seguir ruta. Si por lo contrario, vemos algo que nos anime a
pasar del deporte de montaña a la arqueología, yo sé de alguien que te lo va a
agradecer eternamente. Y a mí no me desagrada; supongo que es culpa del
amuleto.
Con la mirada de
complicidad de Jordi y Roxi ya estaba todo dicho.
Jordi, contento, agregó…
-A ver ese fuego, bien
grande, porqué “mula grande, ande o no ande”.
No venía al caso, pero le
salió así.
Aun habiendo encontrado un
buen refugio que además podría dar que pensar, por la forma de la entrada,
había una sensación de desazón, seguramente debida a lo avanzado del viaje y
los muchos días que llevaban fuera. La lluvia, el cansancio…
En todas las salidas que
hacían había un momento de “bajón”. No le darían más importancia ya que
seguramente era ése el momento.
Seguramente al descansar,
calentarse y comer algo las cosas se verían distintas.
La intensa lluvia parecía
una cortina desde el interior de la cueva y ya con el incipiente fuego daba una
mansa sensación de resguardo, como si el refugio hubiera estado esperando la
llegada de los visitantes.
A Roxi incluso le parecía
oír un rumor, una vibración.
-¿No notáis ese sonido
sordo? ¿Como si el celular estuviera en vibración?
-Es la llamada de la otra
dimensión (Jordi no pudo retenerse).
-¡Tonto! ¡Lo digo en
serio! El suelo parece temblar.
Unay quiso intervenir para
que la conversación no fuera a degenerar.
-Puede que haya una
corriente de agua que provoque sonidos, vibraciones e incluso distorsiones
magnéticas.
Jordi no dudó en sacar su
brújula de la mochila. Se asustó al comprobar que la aguja de la pequeña
máquina no paraba de girar en dirección contraria a las agujas del reloj.
-¿Esto es muy raro, la
brújula se ha vuelto loca! La entrada, la brújula, los sonidos…
La emoción se apoderaba
por momentos de Jordi.
-Podríamos entrar un poco
en la cueva para ver como es.
-¿Os parece que comamos un
poco y nos recuperemos cerca del fuego antes de empezar la espeleología?
-¡Suerte que alguien pone
un poco de sentido común!
Unay se rió en función
disimule, sin causar ningún malestar.
El suelo rocoso, con unas
toallas para la temperatura de la piedra, y el fuego ya con fuerza provocó un
rato de silencio. Cada uno entró en su mundo.
Jordi, aún observando la
brújula de vez en cuando, se maravillaba de la anomalía.
-Igual estamos en el
centro del mundo y…
-¡El centro del mundo te
estaba esperando a ti!
-Es broma Roxi, que no
aguantas nada…
Jordi no pudo esperar
mucho a tomar la linterna y echar un vistazo. Una de las vías se bifurcaba unos
treinta metros hacia dentro. La otra parecía tomar una dirección descendente,
aunque el suelo era razonablemente y extrañamente llano. No había ninguna pista
que indicara que fuera hecho por humanos, aunque parecía extraño que la naturaleza
tuviera esos detalles.
Después de la primera
inspección y alrededor del fuego acordaron que entrarían en cada una de las
opciones de la cueva y decidirían que hacer en cada momento.
Unay pensaba que la idea
inicial de la pareja podía convertirse en realidad aunque se resistía a creer
que habían encontrado “algo” artificial. De hecho, sin la lluvia no hubieran
encontrado la entrada, que parecía un escondite. En un fugaz pensamiento, el
guía pensó en encontrar el tesoro de Alí Babá, pero no se atrevió a confesar a
la pareja esa idea, probablemente para no perder su imagen de profesionalidad y
seriedad.
También deberían acordar
el tema del alimento. En poco tiempo acabarían las existencias de comida. La
lluvia complicaba la caza y la recolección de frutos, vegetales comestibles y
tubérculos.
El racionamiento de comida
en lata y embutido serviría de complemento pero sería insuficiente. Sería
aconsejable guardar en lo posible estos alimentos.
Un pequeño inventario de
la comida disponible delimitó que podían comer y qué guardar.
A Jordi aquel lugar le
producía somnolencia. Poco después los otros ocupantes del refugio también lo
confesaron. Después de comer echaron una siesta con el fuego bien alimentado.
Unas gotas de una
estalactita despertaron a Unay. La lluvia parecía disminuir su intensidad y el
guía sacó la cabeza al exterior traspasando la Puerta. A unos metros corría un
pequeño reguero de agua alimentado por la corriente que bajaba por la pared y
que supuestamente era el causante del pliegue rocoso. La pared al frente estaba
a unos 15 metros.
Jordi estaba profundamente
dormido y las muecas de su cara indicaban angustia. La respiración de Roxi
parecía de inquietud pero sin llegar a lo de Jordi.
Aprovechando que dormían y
que la lluvia desaconsejaba salir al exterior, Unay también quería investigar
un poco la cueva. Tomó su linterna negra de gran calibre y avanzó por la
primera gruta a la izquierda sin despertar a la pareja. No se adentraría mucho
y ante cualquier duda o inconveniente volvería atrás. Llevaría también consigo
el encendedor que usaba para el fuego, ya que no fumaba, por si la linterna
decidía dimitir. Se metió en el chaleco un recambio de pilas ya que quedarse a
oscuras en una cueva desconocida a solas no era su mayor deseo.
La gruta dejaba de tener
el suelo llano a unos 40 metros y a los sesenta se bifurcaba en un pequeño
agujero impracticable y otro que parecía tomar dirección ascendente y que por
iniciarse en el techo no permitía la subida. Era una gruta de momento con el
techo muy alto, ya que estaba a varios metros.
Volvió por el camino
recorrido y se reencontró con la pareja durmiente.
Ahora tomaba la segunda
gruta. Enfocó la luz hacia el fondo y parecía un túnel recto con sólo algunas
irregularidades en la parte superior de las paredes. El techo estaba repleto de
estalactitas que goteaban. Al alcanzar los 100 metros se detuvo para pensar si
era prudente seguir. Demasiado recto, demasiado cómodo.
El suelo parecía brillar
más adelante, así que unos pasos más no serían problema, excepto por los
escalones en una bifurcación a la derecha. Se frotó los ojos para interpretar
la incongruente cueva.
No había duda ahora que
aquello, o parte de ello, era artificial. Sin querer habían encontrado lo que
buscaban aquella bonita pareja.
Debía retornar y
avisarlos. Aunque porqué no bajar unos escalones antes de volver. La escalinata
giraba en sentido derecho y los escalones agrandaban su altitud hasta llegar a
una gigantesca bóveda donde las paredes estaban repletas de símbolos. Se
aproximó a los que tenía más cerca y parecían mitad maya-inca y mitad egipcios,
con algunos de sus símbolos más conocidos como cuerpos de hombre con animales
de cabeza.
Resiguió aquella gran sala
enfocando la pared. Pinturas, grabados, símbolos de mil formas… y un fuerte olor…
a humedad, a humo de vegetación verde, muy familiar.
En el lado opuesto del
punto donde Unay entró, una cavidad
totalmente redonda seguía hacia lo aún desconocido. Un ruido, una
vibración, parecida a la que escucharon en la entrada le llamó la atención,
aunque ahora con cierto respeto, por no llamarlo miedo, mientras la pérdida de
control y un mareo le obligó a agacharse. No sabía qué hacer. Una parte le
decía que debía volver ya y la otra que mejor descansar un poco para
recuperarse.
La vibración incrementó su
intensidad y todo su cuerpo temblaba, ayudado por el temblor del miedo.
El suelo, también repleto
de marcas, símbolos concéntricos, relieves grotescos, avisaba al guía con mil
dudas.
¿Una corriente de aire?,
¿sonido de agua?
Se agachó para enfocar el
nuevo túnel, con la sensación de náusea y vibración en el centro del estómago y
un ruido que parecía aproximarse, que era nuevo, sorprendentemente desconocido.
Alrededor del fuego, en la
entrada de la gruta, Jordi se sobresaltó al despertarse y tuvo que esforzarse
en pensar dónde estaba y forzar su reacción. La luz en el exterior ya estaba suavizando
su intensidad y oscurecería pronto.
-Roxi, ¡despierta! ¿Sabes
dónde está Unay?
-¡Me duele todo! Estaba
bien dormida. ¿Unay? Seguramente ha
salido. Ya sabes que hace esas cosas.
-Pero es extraño que no
haya avisado.
Roxi salió al exterior
para ver si podía ver al guía. Aguantando las pocas gotas que caían gritó un
par de veces. Sin respuesta. Volvió para adentro y se colocó junto a Jordi.
-Debemos esperar que
vuelva, comer algo, y no sé, hablar de qué hacer. El rifle de Unay está aquí,
no debe haber salido para mucho.
-Roxi, ¿qué pensarías si
no volviera? ¿Sabríamos volver?
-¡No digas estupideces
Jordi! Sabes que esas bromas no me gustan.
Cuando hubo oscurecido se
miraron con dudas. Aquello no era normal. ¿Y si había sufrido un accidente
haciendo lo que hubiera salido a hacer? Si estaba a cierta distancia no lo
oiríamos.
-¿Debemos salir sin luz
diurna? Echamos un vistazo por la cercanía si te parece, Roxi. No podemos
abandonar a ese hombre.
-¡Venga, vamos!.
Salieron y abandonaron la
agradable sensación de calor y refugio. El ambiente era fresco pero
notablemente húmedo. Un viento a ráfagas aceleraba a las escasas gotas que
ahora iban cayendo. Con las linternas, la oscuridad del bosque parecía brillar
por el agua en las hojas de los arbustos. Muy incómodo ahora que ya se habían
secado.
-¿Qué raro que Unay haya
salido sin avisar! ¿Y para qué! No hacía falta leña y sin arma no salió a
cazar.
-Igual salió por
necesidades estomacales Jordi. A veces no apetece contarlo todo.
-¿Pero crees que se
alejaría mucho para eso?
-Supongo que no, pero cada
uno es como es.
-¡Unay! …. -¡Unay!
El silencio del bosque y
el sonido del aire fresco les empujaron a volver a la cueva. Con mucho pesar, pero
si no volvía, por la mañana saldrían a buscarle.
Estar solos en la cueva
sin Unay había cambiado radicalmente la situación. De un viaje maravilloso
pasaban a tener miedo. Si Unay no aparecía deberían volver a buscar ayuda, o al
menos avisar de lo sucedido.
Comieron poco y a
disgusto. Antes de tumbarse a dormir estuvieron esperando pesadamente y de vez
en cuando salían y gritaban su nombre.
Se despertaron pronto por
la mañana y salieron una vez se pusieron la ropa, con sólo una mochila y el
fusil de Unay.
Sin saber hacia dónde ir,
tampoco habían planeado nada, se trataba de echar un vistazo por la cercanía.
Fueron dirección al rio, lugar por donde habían venido.
-¡Qué diablos le ha
pasado! Espero que esté bien y lo encontremos pronto.
-Yo estoy francamente
preocupado Roxi. Está claro que ha ocurrido algo en contra de su voluntad.
En el fondo del bosque se
oyeron unos disparos, o eso parecía, aunque el arma la tenía Jordi. O era otra
arma o el ruido correspondía a cualquier otra cosa. Pero podían dirigirse al
lugar de donde parecía provenir el ruido.
A 15 minutos de recorrido
no parecía haber nada a considerar y menos aún rastro de Unay, hasta que al
otro lado del rio parecía verse como una construcción con postes de madera y
unas cabañas. No estaban solos por la zona.
-Parece una mina.
-Quizá Unay lo ha visto
también y está allí. Podríamos acercarnos.
Se dirigieron hacia el
lugar aunque estaban al otro lado del rio. Al menos podrían ver si alguien
aparecía, a ver si Unay estaba por allí accidentado, o algo parecido.
En cuanto llegaron a la
orilla una bala golpeó el árbol que tenían delante. Una mina, cazadores
furtivos, lo que fueran, pero no parecía que tuvieran buenas intenciones.
Sin pensarlo salieron
corriendo al ver que había varios hombres armados que apuntaban hacia ellos.
Estaba claro que no tenían buenas intenciones.
Tenían de ventaja el rio o
que no quisieran seguirlos, pero como pudieron comprobar, no parecía que
aquellos hombres quisieran olvidar su visita.
Al poco de su escapada al
bosque oyeron a unos perros que ladraban en su persecución. Sin pensar mucho y
corriendo más, la pareja se dirigía torpemente hacia su escondrijo, aunque el
silbido de las balas les nublaba cualquier pensamiento razonable.
Traspiés y caída,
adrenalina en el estómago, lluvia suave que parecía fuera de lugar, mente
nublada, miedo.
Dos caras asustadas
corrían juntas casi sin hablar, excepto cortos comentarios urgentes. Al sentir
el ahogo de la carrera, Roxi cayó al suelo y no pretendió levantarse, como si
estuviera rendida física y moralmente.
Jordi volvió a ayudar a
Roxi que negaba con la cabeza. El miedo la había bloqueado y sus piernas y su
mente se negaban a seguir.
-¡Venga, levanta!
Roxi negaba con la cabeza
mostrando su cara desencajada. Su palidez y mirada ausente asustaron aún más a
Jordi. El instinto de supervivencia impulsaba a Jordi a seguir, pero no sin su
pareja.
La cogió por un brazo y lo
pasó por encima de su cuello cogiendo por la cintura a su pareja con el otro
brazo. Literalmente arrastraba a Roxi que estaba en shock. A parte del tobillo probablemente
herido.
Los balbuceos de Roxi avisaron
a Jordi del problema del tobillo. Siguieron a duras penas por el bosque casi
arrastrándose, notando como el ladrido de los perros denotaba recorte de
distancia con sus perseguidores.
No podía quedar muy lejos
la cueva y se dirigían allí sin pensar que hacer después. La lentitud penosa de
la pareja les daba el desánimo del perdedor.
Las paredes familiares de
la cueva cercana les dio una brizna de esperanza cuando ya no contaban llegar
antes de ser cazados.
Durante los últimos metros
antes de llegar a la entrada cayeron un par de veces, tanto por cansancio, como
por miedo y descoordinación. La muerte en los talones superaba la mente de los
viajeros.
¿Los perros también
llegarían a la cueva? Seguramente.
Ya en el interior se
sentaron para intentar hablar entre ellos.
-Roxi, ¡debemos pensar!
¿Qué hacemos? ¿Matamos a los perros con el fusil de Unay? ¿Disparamos a quien
se acerque?¿Tenemos munición?.
-No puedo más, yo me quedo
aquí y rezaré para que sean compasivos.
-¡Ni hablar!, ¡no quiero
que nos separemos ni que el azar defina nuestras vidas!
-Vamos hacia el interior
de la cueva. Si ellos no llevan linternas no podrán seguirnos.
-Roxi, sin querer ni
pensar, asintió, aunque casi había abandonado cualquier reacción de
supervivencia.
Jordi aún fue
suficientemente hábil para buscar su linterna y la de Roxi, para evitar que los
perseguidores lo siguieran haciendo. Aunque con las prisas “no encontró” la
linterna de Unay, que tenía la mochila junto a las suyas. Y no se llevaron nada
más que el fusil y las linternas siguiendo el primer túnel que se les ocurrió.
La angustia les escatimaba
las palabras y el miedo a la circunstancia impregnó sus caras con un tono
pálido y demacrado.
Después de una profunda
respiración de ánimo empezaron la incursión. En su mente se cruzaron las dos
ideas, la primera era escapar a la posible muerte por sus perseguidores y la
segunda con la locura de entrar en un agujero que no sabían si tenía
continuidad o si no sabrían encontrar una salida.
Las atenazadas ideas se
mezclaban y dejaban un pensamiento para pensar que su guía seguramente no había
tenido tanta suerte y habría topado fatalmente con los perseguidores.
El doloroso caminar de
Roxi agradecía la estructura llana del suelo, ya que si no era así, seguramente
no podría seguir.
Era difícil pensar que
aquello fuera natural, aunque podía ser una combinación de algo natural y un
acondicionamiento posterior. Eso significaría que alguien había trabajado ahí
por alguna razón. ¿Era una antigua mina? ¿La conocían los furtivos? ¿La habían
trabajado ellos?
Con los dos frontales que
llevaban iban cruzándose los haces de luz y les obligó a ralentizar la pesada
travesía. En poco tiempo se encontraron en la sala-cúpula redonda repleta de
grabados e inscripciones. Habría sido un sueño si encontraban aquel lugar en
mejores condiciones. Ahora era un pesar sobrepasado por querer salvar su vida.
Y ese olor de musgo, pesado, impregnante.
Les pareció recuperar la
sensación de somnolencia, en parte por la angustia y en parte porque faltaba
aire fresco a medida que iban entrando, y seguramente por aquel olor.
Permanecieron unos
instantes ante aquella impresionante visión mientras sus frontales iban
recorriendo la sala con total abstracción. Por unos momentos olvidaron su
circunstancia. Hasta que Jordi se encontró ante su linterna un palo que salía
de la pared y que parecía una antorcha. Comprobó con el encendedor que llevaba
en el bolsillo si aquello prendía.
Inicialmente parecía que
aquello no contenía nada de carga para encender, pero al empezar la combustión
y a una velocidad inusitada, una línea de fuego rodeó la sala mostrando todo su
esplendor.
El resplandor de la pared
señalaba los relieves en oro o algo que lo parecía y unos símbolos que parecían
contar algo incomprensible para ellos.
El trabajo en el suelo le
recordó a Jordi simbología demoníaca mezclado con los calendarios
mesoamericanos. La llama llegó a un punto donde una especie de copa se ponía
incandescente por la parte inferior, provocando una intensa humareda saliendo
del interior de la copa. Era aquel olor ya familiar pero muy, muy intenso. Denso,
agrio, relajador.
Ya no pensaban en sus
perseguidores ni en el dolor del tobillo de Roxi. No necesitaban las linternas
para admirar aquel descubrimiento que superaba cualquier expectativa.
Jordi se sentó en medio
del santuario, donde parecía haber “su lugar”. Roxi hizo lo propio mirando en
sentido contrario, apoyándose las espaldas. El humo que lanzaba la copa iba
ocupando la parte superior de la sala hasta llegar a la parte superior de uno
de los túneles que seguían a cualquier lugar. El pesado humo era respirado por
la pareja que empezó a notar la falta de oxígeno y sus efectos secundarios.
Roxi mencionó lo que podía significar alguno de los símbolos, como si ella
tuviera conocimientos de éstos.
-“El camino hacia los
dioses empieza aquí… Los dioses del Inframundo… Los creadores de todo…”
-¿Qué te ocurre Roxi, qué
dices?
-Lo que pone en la pared.
Y siguió leyendo con sus
supuestos nuevos conocimientos mientras Jordi escuchaba las voces del fondo de
los túneles.
-Nos llaman, ¡debemos
tomar el túnel de ahí! Necesitan que lleguemos más allá.
-¿Quien llama?
-Ellos, los dioses. Me dicen
que debemos cruzar el túnel, el túnel de su mundo…
-Yo quiero dormir.
-No Roxi, debemos ir para
el túnel, no nos podemos negar. Nos lo piden…
Con dificultad y apoyados
entre ellos, agarrados por sus cinturas, emprendieron su camino hacia la
profundidad de la cueva con la novedad que a Roxi no le dolía ya el pie y el
sueño insistente iba apoderándose de ellos.
Aquel estado, con la
oscuridad y la luz de los frontales, con el sueño presionando, las sorpresas de
la sala de los símbolos, los nuevos conocimientos de Roxi, y la curación
milagrosa del tobillo hizo pensar a los dos que ya estaban en un sueño, pero el
caminar y el nuevo túnel los mantenía en el lado despierto, supuestamente.
Continuaron por el túnel
con una pendiente considerable. El túnel zigzagueaba de vez en cuando y
aparecían algunas señales de indicaban el correcto camino, según comentarios de
Roxi.
Los leds de los frontales
se apagaron al mismo tiempo, justo en un punto del túnel que parecía
estrecharse. La oscuridad y sin saber que hacer se cogieron de la mano y se
agacharon. Un mareo que comentaron fue común, les posó sobre el suelo y les
hizo perder el sentido en un presunto instante.
……….
La luz de la salida de la
cueva les despertó lentamente. Un fuerte dolor de cabeza los mantuvo en el suelo
hasta que la conciencia se abrió paso entre el dolor y fue suficiente como para volver a caminar.
La salida tenía la misma
puerta que en el otro lado. Daba a un frondoso valle lleno de luz, seguramente
por ser cerca del mediodía. Cogidos de la mano y Roxi caminando sin ningún
problema cruzaron la extraña puerta de salida.
Pararon en el rellano
elevado que permitía divisar el valle con casas, gente caminando y las dos
imponentes pirámides al final de la avenida. Multitud de construcciones se repartían
por ambos lados del valle. Era una inmensa via que llevaba a las dos pirámides
de igual tamaño.
En las casas más cercanas
se podían ver algunos indígenas
transportando cosas y niños jugando.
Uno de los niños que
estaba situado a unos 200 metros observó a la pareja estática frente a la
puerta. Gritó señalando hacia el lugar donde estaban. La pareja dudaba y se
quedó inmóvil. Aquella visión les había aturdido aún más.
Un grupo de lo que
parecían guerreros con arcos se apresuraron hacia la salida de la cueva
seguramente con intenciones dudosas.
-¿Que hacemos Roxi?
-¿Que se puede hacer,
volver a correr hacia el interior de la cueva?, para encontrar los otros que
nos perseguían…
-¿Entonces, esperamos a
ver qué ocurre?
-¿Acaso no ves lo que
ocurre? Esto es un poblado “vivo” de indígenas viviendo como si el tiempo no
hubiera pasado. No es una actuación en directo de cómo era una ciudad
precolombina. A no ser que estén rodando una película a lo grande. Y no parece
que sea eso.
En unos instantes, los
guerreros llegaron por unas escaleras que llevaban a la salida, o entrada para
ellos de la cueva.
Dos de ellos, orientando
unas lanzas hacia la pareja, les dejaron claro que no era un saludo. Jordi
llevaba el fusil colgado al hombro pero no hizo ningún gesto para usarlo.
Levantaron los brazos y se
dispusieron a dejarse llevar hacia donde indicaran aquellos musculosos hombres
llenos de abalorios. Sus ojos, con pinturas de color negro debajo, mostraban cierto miedo o respeto. Tampoco
deberían estar acostumbrados a que apareciera gente por aquel agujero con
vestidos distintos y aspecto raro.
Bajaron las escaleras
hasta el fondo del valle y al llegar al inicio de la avenida se convirtieron en
todo un acontecimiento por la forma en que la gente los miraba mientras
abandonaba sus labores.
Los comentarios eran de lo
más variado; que si eran extranjeros de la Puerta, que si eran señores del
Inframundo, que si los señores del Inframundo son más altos y son distintos,
que la ropa era distinta, que si llevaban una lanza de fuego, que si venían de
la puerta del sol, que si habían cruzado, etc.
-Jordi, ¿oyes a esta
gente? Hablan un idioma extraño que no se cual es y los entiendo perfectamente.
-Como los grabados de la
cueva. La verdad que no conocía estas habilidades en ti.
-Lo raro es que, no es que
entienda sus palabras, sino que parece como si tuviera un traductor en mi
cerebro.
-Roxi! Yo también los entiendo, y me da miedo, mucho
miedo.
El transcurso del
recorrido por la gran avenida, se podían ver las construcciones en piedra
totalmente geométricas y de perfecta construcción. Los acabados superiores de
las casas eran de ramas y hojas, pero las construcciones más grandes, que
parecían tener otras funciones, estaban acabadas con cúpulas de piedra y ventanas.
Se podían ver lugares con
comida, animales domésticos, cocinas humeantes. La multitud de gente se iba
agolpando alrededor de los guerreros a medida que iban avanzando hacia lo que
parecía las grandes construcciones piramidales.
Jordi recordó la película
de Mel Gibson sobre los mayas, pero se autocorrigió rápidamente ya que no
estaban en zona maya sino Inca. De todas formas ese pensamiento en la situación
que estaban no tenía mucho sentido.
-Roxi, ¿qué ocurre? Parece
que hayamos vuelto atrás en el tiempo. ¿Porqué no parece que estemos en un una
cámara oculta, verdad?
El golpe en las costillas
de uno de los guerreros le dio a entender que no quería que hablaran.
Definitivamente Jordi dejó de pensar en la posibilidad de una cámara oculta y
también recordó la absurda costumbre de pensamientos fuera de lugar.
Parecía imposible poder
contemplar una ciudad milenaria en vivo, porqué era imposible que existiera sin
ser descubierta.
Los dos viajeros estaban
intentando razonar algo que diera sentido a lo que estaban viendo y viviendo.
Jordi tardó poco en pensar que habían
hecho un viaje en el tiempo, con toda la vergüenza del mundo en
confesarlo. Lo más preocupante era que pensar en una civilización como esa
siguiera existiendo desconectada del mundo.
¿Pero como podían
comprender aquella misteriosa lengua? ¿Les habían implantado un chip en el
cerebro? ¿Quién les llevó a la salida de la cueva?
No sabían donde les
llevaban pero esperaban conocer un poco más de todo aquello. Roxi no quiso
contarle a Jordi que igual su antepasado conoció a pobladores de esa zona, que
por lo visto sí existían.
Pero todo aquello no podía
ser real. O no estaban en el mismo lugar o no estaban en el mismo tiempo o
simplemente habían perdido la cordura en la oscuridad de la cueva.
Al llegar a una
construcción rectangular cubierta de grabados y símbolos pudieron observar como
alguno de esos símbolos eran de cuerpos humanoides pero con caras muy extrañas
que no habían visto nunca en ningún museo ni por Internet.
La puerta rectangular del
edificio estaba franqueada por seis guerreros, tres en cada lado de la puerta.
Se alertaron al ver la comitiva mientras uno entraba a avisar a quien hubiera
en el interior.
El grupo paró en la
escalinata antes de llegar al rellano de la puerta, esperando indicaciones de
instancias superiores.
Volvió a salir el guerrero
y se dirigió al grupo.
-¡Atad a los prisioneros y
entrad a los sacerdotes!
Después de que les ataron
las manos a la espalda les llevaron hacia la puerta principal para cruzarla
observados con curiosidad por sus vigilantes. En el interior, una especie de
anfiteatro pequeño, indicaba que era un lugar de reunión. Las ropas de los
supuestos sacerdotes denotaban una clase superior a las que habían visto hasta
el momento. El detalle que llamaba la atención eran los enormes sombreros que
lucían.
A ambos lados del
minúsculo anfiteatro había dos estatuas con dos guerreros extrañamente
vestidos, con cabezas inmensas y como unas armas de extraño diseño.
Les dijeron que debían
arrodillarse ante los sacerdotes y agachar la cabeza. Uno de ellos inició el
interrogatorio dirigiéndose a Jordi.
-¿Quienes sois y de donde
procedéis? ¿Por qué lleváis estas ropas?
-Estábamos en una
excursión por esta zona, de vacaciones. Somos de Barcelona, Europa.
Los sacerdotes se miraron
como si no comprendieran.
-¿Sois sirvientes de los Señores
del Inframundo?
-No conocemos a estos
señores…
-¿Como habéis cruzado la
Puerta del tiempo?
-No sé qué quiere decir…
nosotros entramos en la cueva y alguien nos dejó en la salida.
-Los Señores no pasean a
nadie, excepto los muertos.
-Deberemos avisar a los
Señores del Mundo Interior. Ellos sabrán que hacer.
El Gran Sacerdote, con un
mayor número de abalorios diferenciadores, y con el sombrero en punta más
llamativo, encomendó a un joven que fuera al “lugar de los Señores”.
Los sacerdotes se tomaron
su tiempo mientras interrogaron a la pareja. Se turnaban en las preguntas,
hasta que uno de ellos les manifestó que lo que contaban no era posible, con lo
que estarían mintiendo. La cuestión era porqué mentían, a quien servían y de
donde venían.
Ante las explicaciones de
la cueva los sacerdotes manifestaron que era lugar “prohibido” por los Señores
y nadie podía acercarse ahí. Sólo por eso podían ser condenados a muerte.
A la vuelta del joven enviado,
enviaron a la pareja al “lugar” de los Señores, que habían solicitado su
presencia.
Con la misma comitiva que
al principio bajaron del edificio de los sacerdotes hacia la avenida y de allí
hacia una de las pirámides que aparecían majestuosas a ambos lados. La imagen
de aquellas dos perfectas construcciones, que no parecían sufrir los desgastes
del tiempo, creaba una sensación de virtualidad, algo que parecía imposible.
Bordeando a cierta
distancia una de las pirámides se llegaba a la cara “escondida” de una de
ellas. La vegetación llegaba hasta tocar la base del edificio y una puerta en
forma triángulo marcaba el punto de entrada. La simbología era distinta a la
que habían visto hasta el momento. Ya no eran dibujos y símbolos, ahora eran lo
que parecían palabras en símbolos curvos y complejos. Daba miedo a los captores
y ellos no iban a acompañarlos.
Los empujaron para cruzar
la entrada y les dieron una antorcha mientras se miraban con la incertidumbre
de todo aquello. Cada nueva situación superaba la anterior en rareza. ¿Qué era
lo que asustaba a aquella gente?
-Roxi; ¿Y ahora qué?
¿Serviremos de comida a algún bicho raro? ¿Es un sacrificio?
-¿Camina! Es lo único que
tengo claro, y poco, que debemos hacer.
Antes de entrar los
desataron y ahora visitarían el interior de la construcción, o al menos de ese
pasadizo. Empezaron su andadura lentamente, mirando hasta donde su visión
alcanzaba, unos metros de la cercanía y la oscuridad al frente.
Un centenar largo de pasos
obligaba a cambiar de dirección hacia la izquierda en ángulo recto hasta que el
sonido de sus pasos se mezclaba con otros ruidos.
Alguien esperaba más allá
de la zona visible, a distancia incierta. Se pararon un momento levantando la
antorcha. Un par de figuras humanoides de brazos y piernas largos se divisaban
a contraluz al final del pasillo.
-Dejen la antorcha en el
hueco de la pared!
La voz sonaba lúgubre y
con acento extraño. Jordi introdujo el palo de la antorcha en un hueco de la
pared al lado derecho. Había varios agujeros.
-¿Avanzamos?
-¡Hasta que se lo
digamos!.
Unos pasos lentos y
confusos cogidos de la mano confirmaban las dudas y temores sobre lo que podía
acaecer. Avanzaron hacia la oscuridad y mirando fijamente las dos siluetas
deformes.
-¡Quienes sois! ¡Cómo
habéis llegado aquí!
Un olor familiar apareció
de repente, así como las ganas de hablar. La pareja intentó contar a
trompicones la fuga por el bosque y la visita a la cueva. Sus nombres, su vida,
sus dudas, sus miedos y todo lo que aparecía en sus mentes.
La oscuridad les parecía
normalizada y no tenían ningún temor. Algo les empujaba a contar todo lo que
creían eran preguntas desde el fondo de la oscuridad, de los extraños seres.
-La luz que mostraba
aquellas siluetas se difuminó lentamente y un silencio sospechoso extrañó a los
dos aventureros. El olor de musgo, hojas secas y humo, que reconocieron igual
que el de la cueva les dejó sin reacción. El tiempo se detuvo allí. Aquello no
parecía real, pero lo era.
……..
Voces de varias personas
se escuchaban mientras Roxi no sabía qué hacer. Tenía los ojos cerrados y
abrirlos le producía temor. Como en el despertar de un intenso sueño, con un
fuerte dolor de cabeza, miró al techo, con una tela anti mosquitos colgando.
No estaba en aquel agujero
oscuro, sino en un lugar “de gente normal”. El dolor de cabeza y un ligero
mareo le impidieron levantarse. Al mirar alrededor pudo observar varias camas
de lo que parecía ser una especie de hospital rudimentario.
Una señora con aspecto de
enfermera se acercó a preguntar por su estado.
-¿Donde está Jordi?
-¿Jordi es su compañero?
-¡Así es! ¿Cómo está?
-No se preocupe, ha salido
un momento al baño.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes es
usted?.
-¡Relájese! Está en un
punto de cuidados hospitalarios de esta región. Atendemos a la población
indígena de la zona.
Por cierto… ¿de dónde
salen ustedes?
Roxi dirigió su mente
atrás para recordar lo que pudiera, mientras una punzada en el interior de la
frente le indicaba que no estaba en perfectas condiciones. Le contó la aventura
de los presuntos furtivos y de la cueva y cuando empezó a contar la segunda
parte de su aventura, en la ciudad perdida, en el lugar de otro tiempo, donde
seres del Inframundo se podían ver, se detuvo. Primero hablaría con Jordi.
-¿Cómo llegamos aquí?
-Les encontraron en la
ribera del rio tumbados boca arriba.
-¿Así sin más?
-Bueno, un habitante del
poblado cercano, en estado de embriaguez, como acostumbra, contaba que vio como
se alejaban de la orilla dos canoas dirigiéndose rio arriba, cuando aquí todo
el mundo sabe que no hay ningún poblado rio arriba. En la zona que aquí llaman
“Antigua” no vive nadie y nadie va por allí. El pobre borracho quería llamar la
atención.
Supongo que más adelante
recordarán como llegaron aquí. Mientras, descanse. Aviso a su amigo.
JP